miércoles, 13 de marzo de 2013

Sobre la moción de censura en Ponferrada

Vaya la que se ha liao en Ponferrada. Como sabréis, resulta que hace diez años el alcalde Ismael Álvarez acosó sexualmente a una concejal. Ella lo denunció, y el alcalde fue condenado. No fue a la cárcel sino que la sentencia fue una sanción económica, como suele o solía pasar en estos casos [nótese la diferencia entre acoso sexual, abuso sexual y agresión sexual, otra discusión sería cuáles son esas diferencias y si estamos de acuerdo]. En fin, que el alcalde condenado, del PP, dimitió de su cargo pero formó un grupo independiente, Independientes Agrupados de Ponferrada. En las elecciones de 2011, este grupo independiente recibió más del 16% de votos, y con Ismael Álvarez a la cabeza, apoyó la investidura del Partido Popular.
El último capítulo [por el momento] de esta historia es que el PSOE presentó una moción de censura al alcalde actual del PP con el apoyo del IAP, y ante el revuelo mediático de los medios y muchos de los propios socialistas de Ponferrada y alrededores, han dado un paso atrás [de una forma bastante indigna y cutre, todo hay que decirlo], ante los gritos en el cielo, la indignación y el rasgue de vestiduras general.

Lo primero tengo que decir es que me pasma la capacidad que están teniendo los medios [por ya no esperar nada de la clase política] para hacer de esto un escándalo y no un debate en profundidad. Esto es evidentemente una fisura del sistema, una brecha entre legalidad y moralidad. ¿De qué sirve que un excondenado pueda ocupar un cargo público si es un apestado y nadie quiere pactar con él? ¿Por qué pactar con un condenado por acoso es lícito para algunos partidos y para otros no? ¿Sería diferente si fuese condenado por otra cosa? Quizás el debate está en si queremos permitir que los condenados puedan optar a cargos públicos, pero: 1. ¿qué dice eso del sistema de justicia y reinserción social que tenemos? y 2. ¿Estamos entonces dando por hecho quien ha cometido un delito de este tipo queda incapacitado para llevar una gestión de un campo totalmente distinto? Son debates que se abren directamente al hilo de los acontecimientos y que se están obviando. Intento no dejarme llevar por el desprecio que por supuesto me merece el tema del acoso, intento ponerme en otros casos y ser justa, ponerme en el lugar de la justicia y no de la moral. Si una persona hubiera cometido un delito grave, pongamos un asesinato, y hubiese ido a la cárcel y cumplido su condena, ¿le incapacitaría eso para ser economista, o profesor, o concejal? Si la respuesta es sí, entonces deberíamos, o bien cambiar el sistema penitenciario, o bien sacar una ley que regule quién o quienes pueden dedicarse a qué profesiones, o bien ambas.

Como veis, tengo muchas más preguntas que respuestas [como es habitual en la máquina de pensar], pero de lo que estoy segura es que si se ha llegado a esta situación absurda, es porque el sistema lo permite, así que o bien corregimos lo que consideremos que está mal para que no pasen estas cosas, pasando por un debate en profundidad y una decisión responsable y sensata, o bien dejamos de escandalizarnos porque pasen, puesto que tampoco veo que se haga nada por cambiarlo, más que el escándalo y la fingida indignación que tanto gusta en los medios.

sábado, 5 de enero de 2013

De una charla amable de un rey y un súbdito

A bombo y platillo anunciaba Televisión Española lo que llamaban la "entrevista más perseguida", que calificaban de histórica, al rey. Supongo que cualquier cosa que se le pregunte a un hombre con un número romano tras su nombre es historia. Desde luego, Hermida se dejó el título de periodista en casa, y acudió a la cita como un mero súbdito, haciendo las preguntas más insípidas y poco relevantes del repertorio. Como siempre, nunca sabremos hasta qué punto las preguntas se habían pactado y ensayado antes de la grabación, lo que viendo el resultado da la impresión de que el guión venía escrito ya desde Casa Real.

El rey no dijo absolutamente nada, auspiciado por unas preguntas que bien se las podrían haber hecho a cualquier otro personaje público que hubiese vivido en España los últimos cuarenta años, desde Esperanza Aguirre hasta Isabel Preysler. Nada dijo de sus turbios asuntos familiares, pero tampoco de la situación del país. Si, puede que hace cuarenta años devolviera la soberanía popular al parlamento, pero a día de hoy tenemos una democracia falseada impunemente y bipartidista, salpicada cada día por nuevos casos de corrupción que no implican dimisiones ni ceses, ni siquiera por vergüenza. Tenemos lo que se ha dado en llamar el "desmantelamiento del estado de bienestar", recortando salvajemente en sanidad y educación pública, un país que se empobrece, gente a la que echan de sus casas mientras se da dinero a los bancos que, movidos por el ansia y la avaricia desmedidas, nos han llevado a esta situación. Él dice que le preocupa el paro, única nota de forzada condescendencia, y los "movimientos rupturistas", sin embargo no parece preocuparle el hecho de que tengamos una Constitución que considera ilegal algo tan limpio y democrático como una consulta popular. La unidad, dice. Se le llena la boca hablando de que tenemos que estar unidos. Qué bonito es hablar de permanecer unidos desde el sillón de palacio. Qué bonito es hablar del país, del pasado y el futuro, teniendo en frente al que hace el papel de periodista que parece tener miedo a preguntar los asuntos verdaderamente importantes. Ni siquiera miedo, Hermida parecía complacido ante la sarta de vaguedades que decía el rey. 

Eso sí, dice estar en forma para seguir reinando, aunque a otra pregunta dice que no le gusta hablar mucho de sí mismo. Pues francamente, si está usted en condiciones o no de seguir reinando no debería decidirlo usted. Ahí sí que está feo hablar de sí mismo. Si tanto recuerda aquella frase de "tienes que acordarte de ser rey de todos los españoles" y tan demócrata es, y igual debería preguntar a su reino qué opina sobre esto. Pero eso, claro está sería inaudito. En fin, que si hubieran puesto imágenes del rey inaugurando terminales, congresos, cumbres, barcos o aves hubiera sido igual. La entrevista a Su Majestad tendría que haberla hecho Telecinco. Ahí si que habría habido chicha, con el rey sentado en frente de Jorge Javier Vázquez o Mercedes Milá. Aunque, como decían en Twitter, a mí me hubiese gustado ver la entrevista que le hubiese hecho Iñaki Gabilondo. O Gonzo. O dicho de otra manera, periodistas de verdad.

viernes, 26 de octubre de 2012

Sobre nuestro piadoso ministro de Interior

Hace unos pocos días leí la noticia de que el ministro de Interior, de viaje en el Vaticano por alguna razón, espero, le pedía al Papa que rezase por nuestro país. Inmediatamente, mi máquina de pensar soltó un chispazo. Resulta que nuestro ministro del interior, que por lo visto no tiene mucho curro por aquí, se va al Vaticano a semejante prueba de la incapacidad del Gobierno.
Y lo mejor es que el Papa le responde ¿qué dirán que le responde? -"Ya lo hago".
Pues parece que algo falla en sus plegarias, señor Pontífice [obviando directamente la opción de que Dios no exista] quizá está haciéndole el vacío, lo que me parece incluso más probable. En fin, que indagando un poco más sobre el tema, me entero de que nuestro ilustre ministro de Interior, es nada menos que un supernumerario del Opus Dei. ¿Qué, sorprendidos? No mucho, ¿Verdad? pues esperen que todo no acaba ahí. En una entrevista, Fernández Díaz explica su "retorno a la fe", diciendo entre otras cosas perlitas como que "Dios es el legislador del Universo", lo que, francamente [y nunca mejor dicho] no sé en qué lugar deja a nuestros legisladores "electos" de carne y hueso, pero en fin; a la pregunta "¿Y cómo vive la política?" Responde, así, en bravo: "Como un gran campo para el apostolado". ¡Como un gran campo para el apostolado! Recordemos que este señor es el titular del ministerio de Interior, el mismo que ha reprimido con violencia protestas pacíficas y más que justificadas, el mismo que quiere modificar la ley para que la resistencia pasiva sea considerada delito, el mismo que no tardó ni dos días en encausar a Sánchez Gordillo y compañía por robar comida de un supermercado para dársela a gente que no tiene qué comer, el mismo que felicita a los antidisturbios el día después por haber dado palos a diestro y siniestro, en fin, causas que no parecen muy cristianas no? Me pregunto qué le diría el mismísimo Jesucristo a un personaje tal; me es difícil imaginar un ejemplo que ilustrara mejor el famoso refrán a Dios rogando y con el mazo dando.
Pero esperen, que esto todavía no ha acabado. Fue cuestión de minutos [o ahora con Internet, segundos] caer en estas dos noticias, ambas publicadas por el plural.com, en que se denuncia el progresivo nombramiento de cargos en el citado ministerio de personas sospechosamente afines a su ideología y creencia, es decir, del Opus; y más aún, la denuncia de un supuesto documento en que se clasifica a los funcionarios por colores según su ideología o afinidades, coincidiendo con algunas destituciones igualmente turbias.

¿Qué, queréis más? Pues agarraros que aquí viene la última: no sé si recordaréis que en julio hubo una polémica con el ministro porque anunció en la radio una detención de un etarra que todavía no se había producido, con lo que puso en peligro una operación conjunta de los cuerpos de policía español y francés. Esto motivó la protesta del sindicato unificado de policía, que mandó una carta a Rajoy. En esa carta, que no tiene desperdicio, aunque quizá pasó demasiado desapercibida y no se analizó en profundidad, se alude a un supuesto acuerdo de Rajoy con el Vaticano para poner al frente del Ministerio del Interior a alguien literalmente "religioso [o del Opus]" Esto dicho por la propia policía. Aquí está la noticia y la carta.

Y con todo esto a las espaldas, va y dice el ministro, en la ya famosa visita a la "Santa Sede", una frase que, desde luego, ya es el colmo de los colmos de la teologización de la política, de la ilegítima y oscurantista incursión de la iglesia en los asuntos de estado:
"España será cristiana o no será". ¿Es que hay algo más perverso que usurpar una frase del Che Guevara que originalmente decía "La revolución será socialista, o no será", para convertirla en una sentencia de lo más conservadora y autoritaria?


martes, 2 de octubre de 2012

Un fragmento de 1984

Si hay alguna esperanza, escribió Winston, está en los proles.

Si había esperanza, tenía que estar en los proles porque sólo en aquellas masas abandonadas, que constituían el ochenta y cinco por cierto de la población de Oceanía, podría encontrarse la fuerza suficiente para destruir el Partido. Éste no podia descomponerse desde dentro. Sus enemigos, si los tenía en su interior, no podían de ningún modo unirse, ni siquiera identificarse mutuamente. La rebeldía no podía pasar de un destello en la mirada o determinada inflexión en la voz, a lo más, alguna palabra murmurada. Pero los proles, si pudieran darse cuenta de su propia fuerza, no necesitarían conspirar. Les bastaría con encabritarse como un caballo que se sacude las moscas. Si quisieran podrían destrozar el Partido mañana por la mañana. Desde luego, antes o después ocurrirá. Y, sin embargo...
[...]
Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes. Este es el problema.

Winston pensó que sus palabras parecían sacadas de uno de los libros de texto del Partido. El Partido pretendía, desde luego, haber liberado a los proles de la esclavitud. Antes de la Revolución, eran explotados y oprimidos ignominiosamente por los capitalistas. Pasaban hambre...Pero, simultáneamente, fiel a los principios del doblepensar, el Partido enseñaba que los proles eran inferiores por naturaleza y debían ser mantenidos bien sujetos, como animales, mediante la aplicación de una cuantas reglas muy sencillas. [...] El duro trabajo físico, el cuidado del hogar y de los hijos, las mezquinas peleas entre vecinos, el cine, el fútbol, la cerveza y, sobretodo, el juego, llenaban su horizonte mental. No era difícil mantenerlos a raya. Unos cuantos agentes de la Policía del Pensamiento circulaban entre ellos, esparciendo rumores falsos y eliminando a los pocos considerados capaces de convertirse en peligrosos; pero no se intentaba adoctrinarlos con la ideología del Partido. No era deseable que los proles tuvieran sentimientos políticos intensos. Todo lo que se les pedía era un patriotismo primitivo al que se recurría en caso de necesidad para que trabajaran horas extraordinarias o aceptaran raciones más pequeñas. E incluso cuando cundía entre ellos el descontento, como ocurría a veces, era un descontento que no servía para nada porque, por carecer de ideas generales, concentraban su instinto de rebeldía en quejas sobre minucias de la vida corriente. Los grandes males, ni los olían. La mayoría de los proles ni siquiera era vigilada con telepantallas.
[...]
Sacó del cajón un ejemplar del libro de historia infantil que le había prestado la señora Parsons y empezó a copiar un trozo en su diario:

En los antiguos tiempos [decía el libro de texto] antes de la gloriosa Revolución, no era Londres la hermosa ciudad que hoy conocemos. Era un lugar tenebroso, sucio y miserable donde casi nadie tenía nada de comer y donde centenares y millares de desgraciados no tenían zapatos que ponerse ni siquiera un techo bajo el cual dormir. Niños de la misma edad que vosotros debían trabajar doce horas al día a las órdenes de crueles amos que los castigaban con látigos si trabajaban con demasiada lentitud y solamente los alimentaban con pan duro y agua. Pero entre toda esta horrible miseria, había unas cuantas casas grandes y hermosas donde vivían los ricos, cada uno de los cuales tenía por lo menos a treinta criados a su disposición. Estos ricos se llamaban capitalistas. Eran individuos gordos y feos con caras de malvados como el que puede apreciarse en la ilustración de la página siguiente. Podéis ver, niños, que va vestido con una chaqueta negra larga a la que llaman "frac" y un sombrero muy raro y brillante que parece el tubo de una estufa, al que llamaban "sombrero de copa". Este era el uniforme de los capitalistas, y nadie más podía llevarlo; los capitalistas eran dueños de todo lo que había en el mundo y todos los que no eran capitalistas pasaban a ser sus esclavos. Poseían toda la tierra, todas las casas, todas las fábricas y el dinero todo. Si alguien les desobedecía, era encarcelado inmediatamente y podían dejarlo sin trabajo y hacerlo morir de hambre. Cuando una persona corriente hablaba con un capitalista tenía que descubrirse, inclinarse profundamente ante él y llamarle señor. El jefe supremo de todos los capitalistas era llamado el Rey y...

Winston se sabía toda la continuación. Se hablaba allí de los obispos y de sus vestimentas, de los jueces con sus trajes de armiño, de la horca, del gato de nueve colas, del banquete anual que daba el alcalde y de la costumbre de besar el anillo del Papa. [...]
¿Cómo saber qué era verdad y qué era mentira en aquello? Después de todo, podía ser verdad que la Humanidad estuviera mejor entonces que antes de la Revolución. La única prueba de lo contrario era la protesta muda de la carne y los huesos, la instintiva sensación de que las condiciones de vida eran intolerables y que en otro tiempo tenían que haber sido diferentes... La vida no se parecía, no sólo a las mentiras lanzadas por las telepantallas, sino ni siquiera a los ideales que el Partido trataba de lograr. [...]
La realidad era, en cambio: lúgubres ciudades donde la gente, apenas alimentada, arrastraba de un lado a otro sus pies calzados con agujereados zapatos y vivía en ruinosas casas del siglo XIX en las que predominaba el olor a verduras cocidas y retretes en malas condiciones.
Volvió a rascarse el tobillo. Día y noche las telepantallas le herían a uno el tímpano con las estadísticas según las cuales todos tenían más alimento, más trajes, mejores casas, entretenimientos más divertidos, todos vivían más tiempo, trabajaban menos horas, eran más sanos, fuertes, felices, inteligentes y educados que los que habían vivido hacía cincuenta años. Ni una palabra de todo aquello podía ser probada ni refutada....
Era como una ecuación con dos incógnitas. Bien podía ocurrir que todos los libros de historia fueran pura fantasía.
[...]

Se preguntó, como ya había hecho muchas veces, si no estaría él loco. Quizás un loco era sólo una "minoría de uno". Hubo una época en que fue señal de locura creer que la Tierra giraba en torno al Sol: ahora, era locura creer que el pasado es inalterable. Quizá fuera el único que sostenía esa creencia y, siendo el único, estaba loco. Pero la idea de ser un loco no le afectaba mucho. Lo que le horrorizaba era la posibilidad de estar equivocado.

Cogió el libro de texto infantil y miró el retrato del Gran Hermano que llenaba la portada. Los ojos hipnóticos se clavaron en los suyos. Era como si una inmensa fuerza empezara a aplastarle a uno, algo que iba penetrando en el cráneo, golpeaba el cerebro por dentro, le aterrorizaba a uno y llegaba casi a persuadirle de que era de noche cuando era de día. Al final, el Partido anunciaría que dos y dos son cinco y habría que creerlo. Era inevitable que llegara algún día al dos y dos son cinco. La lógica de su posición lo exigía. Su filosofía negaba no sólo la validez de la experiencia, sino que existiera la realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común. Y lo más terrible no era que le mataran a uno por pensar de otro modo, sino que pudieran tener razón. Porque, después de todo, ¿cómo sabemos que dos y dos efectivamente son cuatro? O que la fuerza de la gravedad existe. O que el pasado no puede ser alterado. ¿Y si el pasado y el mundo exterior sólo existen en nuestra mente y, siendo la mente controlable, también puede controlarse el pasado y lo que llamamos realidad?
[...]
El Partido os decía que negaseis la evidencia de vuestros ojos y oídos. Esta era su orden esencial. EL corazón de Winston se encogió al pensar el enorme poder que tenía enfrente, la facilidad con que cualquier intelectual del Partido lo vencería con su dialéctica, los sutiles argumentos que él nunca podría comprender y menos contestar. Y, sin embargo, era él, Winston, quien tenía razón. Los otros estaban equivocados y él no. Había que defender lo evidente. El mundo sólido existe y sus leyes no cambian. Las piedras son duras, el agua moja, los objetos faltos de apoyo caen en dirección al centro de la Tierra... Con la sensación de que hablaba con O'Brien, y también de que anotaba un importante axioma, escribió:

La libertad es poder decir que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados.


George Orwell, 1949

martes, 18 de septiembre de 2012

Análisis de la carta del rey

Hoy el rey ha mandado una carta. Yo, que nunca he leído una carta suya, la he buscado por internet. Cuando ya la tenía en pantalla, antes de empezar a leerla, una pregunta ha planeado por mi mente. ¿El rey realmente escribe estas cosas? Quiero decir; ¿se habrá abierto su procesador de textos y se habrá puesto a escribir pensando y corrigiendo cada frase? -qué más da, me he respondido sola, -en cualquier caso la firma, y todos sabemos lo que implica firmar algo. No me detuve a pensar en todas las cosas que firma el rey.

¡Cuantas preguntas han ido apareciendo según leía!

Dice que no es el único en pensar que debemos interiorizar dos cuestiones fundamentales:
La primera es un llamamiento a la unión, diciendo que "sólo superaremos las dificultades actuales actuando unidos, caminando juntos, aunando nuestras voces...". Bien. Está claro que ahora mismo la sociedad española está muy disgustada con las medidas que se están tomando. Y que en el Parlamento no hay una representación veraz del sentir de muchos españoles: hablo de profesores, funcionarios en general, estudiantes, parados, pensionistas, trabajadores de todos los gremios, ese famoso 99%. Como se ha puesto de moda decir ahora, la calle está caliente, y hay manifestaciones y protestas convocadas casi todos los días por los diferentes colectivos.
Entonces, el rey con eso de aunar voces ¿a qué se está refiriendo? ¿A callar el clamor popular? O a quitar los tapones de los oidos parlamentarios? ¿De qué parte está él? Ya sé que parece una pregunta estúpida, pero cobra sentido si uno se lee el final del párrafo : "Son [estos tiempos], los más adecuados para la acción conjunta de la sociedad, a todos los niveles, en defensa del modelo democrático y social que todos hemos elegido."  Con eso de que "todos hemos elegido" debe referirse a la Constitución, esa que se cambia sin problema para anteponer el objetivo de déficit a los problemas de los ciudadanos, esa que nos garantiza ciertos derechos que se vulneran sin reparo, esa que en su momento fue necesaria pero que al fin y al cabo es la que nos ha traído hasta aquí y en muchos casos ya no responde a las necesidades de la sociedad española. La transición ya pasó. El rey la refiere más adelante apelando al espíritu de diálogo, del "sacrificio del interés particular en aras del interés general y la renuncia a la verdad en exclusiva". Parecería claro que es un toque de atención al gobierno.

Lástima que entre una frase y otra también afirma que lo peor que podemos hacer es disentir, ni debatir "quienes amenazan nuestro modelo de convivencia", lo que entra en total contradicción con esa segunda cuestión fundamental, aquella que se refiere a los "valores de la Transición", citando además de los anteriormente señalados "el mérito, el diálogo, el imperativo ético..."  Entonces ¿cómo vamos a ponernos de acuerdo cuando vemos el mérito sustituido por el enchufismo y la incompetencia; el diálogo por el decretazo, y el imperativo ético por la asfixia económica de las clases medias y bajas manteniendo los privilegios de la clase política, la iglesia y los defraudadores fiscales? ¿A qué llama "no disentir"? ¿Es que pretende un supuesto acuerdo nacional en base a un pacto de silencio como entonces? ¿Apela a nuestra impasividad ante lo que está ocurriendo, y con lo que estamos en absoluto desacuerdo? ¿Debemos callar y obedecer? Es que acaso quiere que volvamos a ser súbditos? O quiere, como también dice en su carta, defender el modelo democrático y social? Porque son cosas incompatibles. Dice una cosa y después la contraria. Apela al diálogo pero no a la discrepancia.
¿Cuál es, entonces, el mensaje del rey?

Si me preguntan a mí, palabras vacías. Quizá algún tipo de treta mediática para salvaguardar la imagen del rey, y su presunta implicación en los asuntos del Estado. No me parece casual que apele a la Transición como un valor a recuperar, puesto que aquello fue lo que le dio legitimidad en su momento, legitimidad que cada vez está más en cuestión ante los acontecimientos recientes. Retórica de la mala, vaya. Palabras bonitas carentes de significado o de aplicación práctica.  Lo que de toda la vida se ha llamado Bla bla bla...

sábado, 8 de septiembre de 2012

De la "Justicia" y otros eufemismos

Últimamente, los que creíamos en una justicia universal, independiente e igual para todos no ganamos para disgustos. Es verdad que hace mucho tiempo que la pompa estalló, y se hizo patente que aquellos "valores" de la Justicia eran sólo un sueño. Pero ya no se trata de corruptos que evitan la cárcel, gente a la que no se condena o muchas veces ni siquiera se juzga por ser quienes son, por albergar cierto poder, o cierto apellido, o ciertas posibilidades, cosa que también ocurre ante los indignados ojos de los ciudadanos de a pie, a los que no se dudaría en juzgar y condenar por delitos similares. El rastro de la contaminación sigue río arriba, hasta la propia legislación.

Cuando ya estábamos estupefactos, digo, viendo en nuestras narices la inmunidad de una cantidad insultante de corruptos, vino la bofetada de la Ley de Amnistía Fiscal. Esa ley indigerible y que todavía tenemos atragantada, esa valiente demostración de que si tienes dinero puedes delinquir impunemente, mientras los que pagan religiosamente sus impuestos sobre unos ingresos bastante más modestos, ven cómo los evasores tienen unas condiciones privilegiadas. Y en forma de ley, para más inri. 

En un momento como en el que estamos, con un gobierno que no hace más que decir que nos recorta servicios básicos pero que es por nuestro bien, porque no podemos "gastar", porque no queda otra, porque están mirando dónde va cada euro, y con todo esto detrás, viene la última mamarrachada del ministro de educación. De nuevo, un político incapaz pero socarrón como él sólo, que está, nadie sabe porqué, al frente de un ministerio, y su manifiesto desprecio por una sentencia del Tribunal Supremo: esa que dice que las subvenciones a los colegios que segregan por sexos son ilegales, puesto que practican abiertamente una discriminación, y que hay que dejar que subvencionarlas con el dinero del Estado; y que responde, ¿qué dirán que responde? "Bueno pues cambiamos la ley para que no se considere discriminación lo que indiscutiblemente lo es [y así podemos seguir dándoles financiación]". Así de fácil. "Nada ni nadie me puede parar", parece pensar el ministro. Lo que hace más incomprensible aún que un tipo así haya acabado de ministro de educación.

En la misma línea de actuación se sitúa el famoso proyecto de Eurovegas. Proyecto que levanta, y con razón, muchas suspicacias. Yo, en particular, no tengo nada en contra del juego, no me produce ningún malestar. Lo que sí que me lo produce es esto de que haya que "cambiar algunas leyes" para que el magnate esté contento. Como si se tratara de algo sin importancia, anecdótico. Una de las leyes que pide cambiar Adelson es la polémica ley del tabaco, esa que tantos disgustos nos ha traído, esa por la que los hosteleros españoles se gastaron tanto dinero reformando sus locales primero para tener que tirar a la basura dicha inversión un par de años después, esa que ha costado tantas multas que pareciera que únicamente tenía un fin recaudatorio. Cosa que se confirma ahora: no se trata de la salud, se trata del dinero. Toda esa campaña que se hizo por el bien de los consumidores, de los fumadores pasivos, y sobretodo de los trabajadores de los locales de ocio, se confirma ahora que era sólo una treta. Sólo que todavía no había llegado el multimillonario que comprara la inmunidad y que pudiera reírse en la cara de todos los demás que sí tenemos que cumplir la ley.

Es obsceno. Ya era evidente que viviendo en un sistema capitalista las diferencias en la interacción con él están marcadas por el capital, pero es bochornoso y vergonzante que un Estado que se autoproclama "de Derecho" pueda ser sobornado y untado así, a la vista de todo el mundo y sin ni siquiera ruborizarse.
¿Para qué sirven entonces las leyes? , o mejor dicho ¿para quién?


La justicia puede que esté ciega, pero siempre se inclina para los que ponen el oro.




viernes, 17 de agosto de 2012

LA EDUCACIÓN TÓXICA


Cuando iba al colegio no era feliz. Recuerdo la cantidad de conflictos que me suponía acatar lar normas y la "educación" que trataban de "darme". No hablo de un colegio en particular. Por suerte, o por desgracia, he pasado por varios colegios, casi uno de cada condición. Y no es que yo fuera una estudiante problemática, estos cambios fueron por otras circunstancias.

A pesar de eso, con la ESO mis calificaciones empezaron a flojear, y supongo que el espíritu de rebeldía que todos los adolescentes llevan dentro comenzó a aflorar. Más que por los contenidos de las clases [aunque algunas eran ciertamente deficientes, bien por los contenidos, bien por los maestros, o bien por ambas], lo que me molestaba profundamente  eran aquellas ideas circundantes y relativas a la moral o la ética, que trataban de "enseñarnos" [léase imponernos] también. Esos códigos que había que obedecer sin preguntas, sin explicaciones, sin discusión posible, y cuya infracción iba en nuestro detrimento, bien restando puntos del "coeficiente de conducta", bien con castigos, llamadas a los padres, etc, amenazas al fin y al cabo.

Era sorprendente la facilidad con que se consideraba una "falta de respeto" lo que en realidad eran actos de discreción o expresión personal. Sobretodo en el colegio de monjas [en el que puedo afirmar sin lugar a dudas que me sentí inadaptada], en el que no creer en Dios o no querer participar de los actos religiosos se consideraba, como he dicho, una falta de respeto. Es decir, a nadie le importaba respetar la opinión o los principios del alumno por muy bien asentados y argumentados que estos estuvieran, si no eran cosa de sus padres. No se contemplaba la posibilidad de que un adolescente pudiese defender o al menos discutir unas ideas propias, más o menos elaboradas y coherentes, lo que debería ser, de hecho, una poderosa herramienta para la realización personal en esos años tan difíciles. En ese sentido, se faltaba de forma sistemática a la libertad de opinión y expresión de los alumnos, que muchas veces lo único que podíamos hacer era callar y asentir, y dejar que los adultos decidieran por nosotros, asuntos en los que teníamos mucho que decir, y cuya discusión hubiese sido definitivamente muy enriquecedora para nuestra formación, o si se quiere, "educación". En muchas ocasiones me sentí privada de mi libertad para expresarme, a esa edad que es lo que casi más se necesita, o bien ignorada o incluso penalizada por ello.

Como digo, no era feliz en el colegio, a pesar de que varias asignaturas sí eran de mi gusto o interés, e incluso "se me daban bien"; a diferencia de otras que no me gustaban, no entendía ni veía su finalidad en mi vida después del colegio y sólo conseguían frustrarme. Con los años, fui dándome cuenta de la cantidad de cosas, absolutamente indispensables para la vida en la sociedad de hoy en día que no me enseñaron en el colegio, y que me hubieran sido mucho más útiles que aquellas disciplinas tan obsoletas como obligatorias.

Es cierto que teníamos un tutor por cada clase, que más que preocuparse por este tipo de inquietudes de los alumnos, se preocupaba de que no nos metiéramos "en problemas", es decir, que no infringiéramos el código de conducta, dentro del cual estaban tipificadas como infracciones ciertas formas de vestir, o exhibir ciertos "símbolos o eslóganes". El absurdo llegaba hasta tal punto que recuerdo como muy habitual alumnos echados de clase con quince o dieciséis años por llevar un piercing a la vista. Lo importante era que obedeciéramos ciegamente y memorizáramos todos aquellos contenidos para pasar el curso [y olvidarlos inmediatamente]. Ese era el objetivo a cumplir. Más que educación, se trataba de instrucción.
 Nosotros nos sentíamos enjaulados, ir al colegio era un suplicio que esperábamos terminase lo antes posible. Por eso en cuanto podíamos nos escapábamos.

Y lo peor de todo, es que hasta hace relativamente poco tiempo, pensaba que esto era "lo normal". Hasta hace poco, y sólo por propia iniciativa, que descubrí que existe un tipo de educación diferente, y que pasa completamente inadvertida, lo que alimenta [aún más si cabe] mis sospechas sobre lo que llaman "el sistema educativo" [oficial]. Una pequeña ventana a esa otra educación, posible, probable, que existe y es más cercana de lo que pensamos, es este documental que, desde la máquina de pensar, queremos recomendar:

LA EDUCACIÓN PROHIBIDA


Otros enlaces de interés:
http://www.youtube.com/watch?v=K-NDa5Rc9_c&feature=related
http://mariaacaso.es/
Sobre la pedagogía tóxica [en términos de María Acaso] http://www.transversalia.net/index.php?option=com_content&task=blogsection&id=10&Itemid=109