sábado, 24 de octubre de 2009

Eres lo que consumes

Creo que no hará falta profundizar mucho para explicar el mundo-imagen en el que vivimos, aunque a mí me costó varias clases de María Acaso llegar a imaginar el poder que sin darnos cuenta tienen las imágenes en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana y su efecto en nosotros. Hoy hablaré de sólo uno de esos ámbitos: sin saber cómo, estamos en un punto caótico en el que nos identificamos tanto con lo nuestro, nuestra ropa, nuestro pelo, incluso nuestro movil/mp3/ordenador etc que se han convertido en nuestra marca de identidad.

Estamos tan sobreexpuestos a las imágenes que hemos llegado a interpretarlas casi subconscientemente, de modo que la imagen que ofrecemos o recibimos de otras personas ya no son sólo eso, sino parte de la esencia [de su forma de ser intrínseca, de su definición].

Es verdad que una mentira repetida muchas veces acaba pareciendo verdad, y esto lo sabe muy bien la televisión. No dejan de taladrarnos las mismas imágenes con el mismo mensaje hasta que al final asociamos irremediablemente la imagen con el mensaje. Por poner el ejemplo de las rubias, creo que todos conocemos el estereotipo Pamela Anderson, Britney o Paris [a lo que hay que añadir el flaco favor de la Barbie], y casi todas las chicas Playboy.


Es una imagen a la que estamos expuestos tan constantemente, que parece que se nos ha olvidado que el rubio es un color de pelo, y sólo eso, y en nuestra vida cotidiana creo que poca gente conocemos que se parezca a ese estereotipo hollywoodiense, aunque estemos constantemente rodeados de esas imágenes que casi forman parte de nuestra vida, porque nos las creemos a veces más que a lo que sí conocemos: chicas rubias, que son gente con tanta personalidad como el resto. [...hacía falta aclarar eso?] Conocemos mejor la vida de estos personajes televisivos que a nuestro propio vecino de arriba, y todo eso es por la televisión.

Todos hemos crecido con las fábulas y los cuentos cuya moraleja era que las apariencias engañan, que lo importante está en el interior... pero se han quedado en una especie de limbo, relegadas sólo al terreno de lo ideal pero no de lo real porque, queramos o no, estamos iconizados: vivimos en la sociedad de la imagen, donde las rubias son tontas y las morenas no, donde lo que nos diga un señor trajeado tendrá más credibilidad que lo que nos diga otro de chándal, donde la pulsera de pinchos que llevas en la muñeca o la bandera de españa de tu polo o la marca de tus botas dice más de tí que tú.


Cualquier tribu urbana me serviría de ejemplo, ¿te sientes identificado con una determinada estética, o llevas una estética para sentirte identificado?








El problema de esto es que nos identificamos con las cosas, con una ropa, una música, un corte de pelo, incluso con un coche o una moto y, qué casualidad, todas son cosas que se compran.




Todo el mundo quiere estar bien, cuidarse, hacer lo que la tele dice que es bueno: tener muchos amigos como en los anuncios de telefonía, pasar las navidades en familia como en los anuncios de turrón, hacer ejercicio como en los anuncios de productos bajos en calorías, ser una chica guapa y delgada pero "diferente a las demás" como en los anuncios de cereales... Y no sólo en la publicidad explícita, porque estamos contínuamente recibiendo estímulos que nos marcan, desde la vida de modelos y futbolistas cuyo éxito está indisolublemente ligado a las marcas, por que son las marcas las que les han catapultado al éxito, hasta los más "antisistema" [entre comillas por que todos, queramos o no, estamos dentro del sistema], necesitan vestirse, identificarse con una música o con unas marcas de botas, de cazadoras que hacen visible su ideología, por que hay marcas que son reconociblemente de ultraderechistas o de extrema izquierda [por ejemplo], todos sabemos cuáles son aunque no haya grandes vallas publicitarias como de las "grandes marcas". Más baratos o más caros, estos productos representan claramente un posicionamiento que, aunque no estén escritos en ningún lado, son un código visual que todos manejamos.

Si te compras ropa negra y de estética antigua, eres gótico.

Si te compras ciertos tintes y te levantas una cresta, eres punky.

Si te compras ciertas marcas de ropa o botas y te rapas, eres un skin.

Si pagas por entrar en una discoteca a escuchar cierto tipo de música, eres bakala.

Si sólo consumes frutas y verduras, eres vegetariano.

Si pagas un pastizal por ver a un grupo en directo, eres fan.

Si te compras cierto tipo de juegos, eres un friki

Si pagas por cierto corte de pelo, eres modern@

Y así podría seguir hasta la saciedad.

Me temo que la conclusión final sería algo así como: eres lo que pagas por ser:

Eres lo que consumes.

¿Es esto realmente lo que somos? ¿Tú dejas de ser tú si no llevas tu ropa o tu maquillaje, o si escuchas otra música y vas a otros sitios o si te cortas el pelo de forma diferente?

¿Soy yo o el mundo está loco?