Últimamente, he mantenido con cierta frecuencia conversaciones, digamos trascendentales, con un par de amigos cercanos. En verdad, he mantenido estas conversaciones con mucha más gente, pero quizá con estas dos personas se vuelven especialmente interesantes, ya que cada uno parte de una base diferente. Ellos son de ciencias y yo de letras, siguiendo la tradicional
clasificación de las mentes.
Yo les hablo de filosofía, ellos me hablan de física cuántica.
Yo les hablo del entendimiento humano, ellos me hablan del universo.
Ellos consideran que me quedo siempre en detalles insignificantes,
yo considero que ellos se van siempre demasiado lejos.
Es cierto que muchas veces esta circunstancia acaba con cualquien intención dialéctica; otras veces acabamos en tierra de nadie, porque por mucho que nos interese el tema, ninguno al fin y al cabo somos eruditos y siempre hay cosas que no entendemos suficientemente bien como para explicarlas, y menos usarlas como argumento.
Creo que lo que no entienden
es que yo le de tanta importancia a la filosofía [para ellos algo casi anecdótico en comparación con la inmensidad del universo]
como para equipararla con la ciencia en general, o con la física en particular. Así que mi objetivo esta vez es explicar precisamente porqué, y además pretendo demostrar no sólo que ambos campos de conocimiento son equiparables, sino que están profundamente relacionados. Y lo haré, eso sí, tomando prestadas y sin permiso, algunas citas del paradigmático
Blaise Pascal, toda una eminencia tanto en física y matemáticas como en filosofía y teología.
“
Para quienes no ansían sino ver, hay luz bastante; mas para quien tiene opuesta disposición, siempre hay bastante oscuridad.”
Antes de nada, y partiendo siempre de mi ignorancia en el campo de la física y de las ciencias en general, me gustaría señalar una cuestión primordial:
“
La grandeza de un hombre está en saber reconocer su propia pequeñez”
Hay ciertas cosas que están aceptadísimas, incluso por los propios científicos, pero que sin embargo se nos olvidan constantemente a la hora de afirmar verdades absolutas que, además, están “por encima” de nosotros. Se nos olvida, por ejemplo, que nuestra única herramienta para conocer el mundo, el mundo que nos rodea primero y el que nos trasciende después, es la
mente. Parece una tontería pero:
La mente sigue siendo en un gran porcentaje desconocida para nosotros. Más allá de la polémica sobre si usamos un 10% del cerebro o si esto es un mito, dejando aparte el
subconsciente y el inconsciente, que ahí están como un pantano extenso, profundo y misterioso, es cierto que hay funciones o capacidades mentales que todavía no conseguimos entender, al igual que hay enfermedades mentales que no se sabe ni porqué aparecen ni cómo evitarlas, por no hablar de las que no tienen ni nombre.
Pero si aún así quisiéramos quedarnos con esa otra pequeña parte del cerebro que sí sabemos [supuestamente] cómo funciona, es cierto y los propios científicos lo afirman, [está demostrado...] que nuestra mente es
imperfecta. De hecho conocemos y reconocemos
algunas de sus imperfecciones, al igual que conocemos las imperfecciones del ojo humano y somos capaces de reconocerlas e incluso de provocarlas.
Pondré el ejemplo de rigor:
Nuestra mente ha creado las matemáticas, abstrayéndose del mundo real. Las matemáticas funcionan, son
lógicas y exactas, digamos perfectas. Pero a la hora de aplicarlas al mundo real no funcionan tanto. El Parthenon se levantó bajo las directrices de la proporción matemática, pero la distancia entre las columas, su inclinación y grosor no sigue rigurosamente esta proporción.
Las medidas fueron falseadas conscientemente porque si hubieran seguido los parámetros de las matemáticas [perfectas], el ojo humano lo hubiera percibido inestable. No, si ya lo dijo Einstein:
“Las proposiciones matemáticas, en cuanto tienen que ver con la realidad, no son ciertas; y en cuanto son ciertas, nada tienen que ver con la realidad”
Entonces igual las matemáticas no son tan perfectas ¿no?... No, los imperfectos somos nosotros.
Sabemos, por otro lado, cómo engañar a la mente, por ejemplo, a través de hipnosis o ciertas sustancias farmacológicas, sabemos inlcuso que el propio cerebro es capaz de segregar sustancias [ciertas enzimas, u hormonas] que son capaces de trastornarnos el juicio, es decir, en este sentido nuestro cerebro es capaz de “autoboicotearse”.
Pero sabemos igualmente que muchas veces la mente es capaz de autosugestionarse: a mí por ejemplo a veces me quita mejor el dolor de cabeza un buen paseo o un baño relajante que una aspirina; y prefiero mil veces la sugestión a la industria farmacéutica, por mucho que la medicina sea una ciencia y tenga con eso un aura de verdad irrebatible.
“ La reina del mundo es la fuerza y no la opinión, pero es la opinión quien usa de la fuerza”
En el lado contrario están las enfermedades psicosomáticas, es decir, la forma en que nuestras emociones o preocupaciones [que, hasta que se demuestre lo contrario situaremos en la mente] repercuten de forma directa en nuestra salud. A pequeña escala son, por ejemplo, las dolencias estomacales que sufre la gente por ansiedad o estress, o el hecho contrastado de que las personas deprimidas son más propensas a enfermar. Pero a gran escala estamos hablando de patologías graves, como la neurodermatitis, la artritis y distintos tipos de úlceras.
Las preocupaciones, emociones...y todo aquello que tiene más que ver con la sensibilidad que con la ciencia, revierte de forma determinante en nuestro cuerpo, por muy científicamente estudiado que esté.
Pero también sabemos utilizar la mente para “engañarnos” a nosotros mismos, abstrayéndonos, imaginando. Y ese territorio, que puede que sea el más extenso para expandir nuestras capacidades, curiosamente queda fuera de las fronteras de la ciencia.
Volviendo al paralelismo entre nuestro cerebro y el universo [que es una comparación menos arriesgada de lo que pueda parecer de primeras], no entiendo porqué la gente está tan segura de que el universo tiene que ser razonable, lógico o matemático. ¿No estamos viendo que las matemáticas, en cuanto que son abstracciones, no pertenecen al ámbito de la realidad? ¿No estamos viendo que la lógica es sólo una pequeña parte de nuestra mente? ¿acaso no son la imaginación, la invención, los sueños y las fantasías tan reales como la razón en el sentido de que todas son producto de nuestro cerebro [imperfecto]?
Si nosotros somos una ínfima parte del universo ¿Por qué iba todo el universo a regirse por una parte tan pequeña y endeble como es “lo razonable”?
“Muy débil es la razón si no llega a comprender que hay muchas cosas que la sobrepasan”
¿A dónde quiero llegar? A que intentar conocer el universo sin conocer nuestra única herramienta para ello, es como intentar estudiar a fondo un códice escrito en otro idioma, del que apenas se sabe chapurrear algunas palabras. No me parece por esto que la física sea menos legítima, es una preocupación que durante toda nuestra historia ha sido siempre constante y sus descubrimientos nos han dado muchas alegrías. Yo también aseguraba hasta hace un par de años que la ciencia era la única respuesta posible a todos los interrogantes del mundo.
Pero me parece muy arrogante pensar que nosotros podemos llegar a concebir la realidad última, la verdad absoluta [que no existe] que se esconde detrás de nuestra ignorancia.
“El hombre está dispuesto a negar siempre todo aquello que no comprende”
Esto no significa en absoluto que, como dicen, entonces no se puede hablar de nada, me parece justo lo contrario, porque ya no se trata de llegar todos a la misma conclusión, sino de compartir nuestras visiones y discrepar, porqué no, para aprender cada uno en su medida. Aquí entra mi filosofía de andar por casa, y también la desesperación de mis amigos:
Está demasiado vinculado lo “real” con lo “verdadero” y lo “razonable” ¿Pero es que acaso lo irracional es menos real o menos verdadero?
“Ni la contradicción es indicio de falsedad, ni la falta de contradicción es indicio de verdad”
Pienso que para llegar a acercarnos un poco a conocer lo que nos trasciende, es importante conocer nuestra propia naturaleza y en este ámbito la filosofía y las artes son capaces de darnos una información muy valiosa y que difícilmente podríamos explorar de otra forma.
...
En cierto modo esta entrada es un homenaje al nombre del blog. Sómos máquinas de pensar, y de eso se trata, pensar para sobrevivir, pensar en mejorar, pensar en el progreso, pensar por pensar, en lo que nos trasciende y en lo que nos rodea. Pero no siempre pensamos de forma lógica, ni “realista”... Pensar en lo “irreal”. Pensar, interpretar y reinterpretar. Ser libres. Filosofar, amigos, esa es la clave.
“Dos excesos: excluir la razón; no admitir más que la razón”
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A Juan y su amable paciencia [con este tipo de excentricidades mías], por mantener siempre las puertas de su mente más abiertas de lo que él mismo cree.
A Jaime [la caja de sorpresas] y su disparador de electrones, por su enigmática curiosidad contagiosa y por lo inquietante que es cuando descubrimos que estamos de acuerdo.
A Mario, el físico cuántico reflexivo, por la valiente disposición que tiene siempre para romper sus propios esquemas.
A Pablo y su mundo dubitativo, porque no me hace falta explicarle todo esto para que tenga un interés voraz por la filosofía.
A Xavi y la columna que ves, o no; porque discrepar es uno de los mejores modos de aprender.
“He hecho esta carta más larga de lo usual porque no tengo tiempo de hacer una más corta”