viernes, 26 de octubre de 2012

Sobre nuestro piadoso ministro de Interior

Hace unos pocos días leí la noticia de que el ministro de Interior, de viaje en el Vaticano por alguna razón, espero, le pedía al Papa que rezase por nuestro país. Inmediatamente, mi máquina de pensar soltó un chispazo. Resulta que nuestro ministro del interior, que por lo visto no tiene mucho curro por aquí, se va al Vaticano a semejante prueba de la incapacidad del Gobierno.
Y lo mejor es que el Papa le responde ¿qué dirán que le responde? -"Ya lo hago".
Pues parece que algo falla en sus plegarias, señor Pontífice [obviando directamente la opción de que Dios no exista] quizá está haciéndole el vacío, lo que me parece incluso más probable. En fin, que indagando un poco más sobre el tema, me entero de que nuestro ilustre ministro de Interior, es nada menos que un supernumerario del Opus Dei. ¿Qué, sorprendidos? No mucho, ¿Verdad? pues esperen que todo no acaba ahí. En una entrevista, Fernández Díaz explica su "retorno a la fe", diciendo entre otras cosas perlitas como que "Dios es el legislador del Universo", lo que, francamente [y nunca mejor dicho] no sé en qué lugar deja a nuestros legisladores "electos" de carne y hueso, pero en fin; a la pregunta "¿Y cómo vive la política?" Responde, así, en bravo: "Como un gran campo para el apostolado". ¡Como un gran campo para el apostolado! Recordemos que este señor es el titular del ministerio de Interior, el mismo que ha reprimido con violencia protestas pacíficas y más que justificadas, el mismo que quiere modificar la ley para que la resistencia pasiva sea considerada delito, el mismo que no tardó ni dos días en encausar a Sánchez Gordillo y compañía por robar comida de un supermercado para dársela a gente que no tiene qué comer, el mismo que felicita a los antidisturbios el día después por haber dado palos a diestro y siniestro, en fin, causas que no parecen muy cristianas no? Me pregunto qué le diría el mismísimo Jesucristo a un personaje tal; me es difícil imaginar un ejemplo que ilustrara mejor el famoso refrán a Dios rogando y con el mazo dando.
Pero esperen, que esto todavía no ha acabado. Fue cuestión de minutos [o ahora con Internet, segundos] caer en estas dos noticias, ambas publicadas por el plural.com, en que se denuncia el progresivo nombramiento de cargos en el citado ministerio de personas sospechosamente afines a su ideología y creencia, es decir, del Opus; y más aún, la denuncia de un supuesto documento en que se clasifica a los funcionarios por colores según su ideología o afinidades, coincidiendo con algunas destituciones igualmente turbias.

¿Qué, queréis más? Pues agarraros que aquí viene la última: no sé si recordaréis que en julio hubo una polémica con el ministro porque anunció en la radio una detención de un etarra que todavía no se había producido, con lo que puso en peligro una operación conjunta de los cuerpos de policía español y francés. Esto motivó la protesta del sindicato unificado de policía, que mandó una carta a Rajoy. En esa carta, que no tiene desperdicio, aunque quizá pasó demasiado desapercibida y no se analizó en profundidad, se alude a un supuesto acuerdo de Rajoy con el Vaticano para poner al frente del Ministerio del Interior a alguien literalmente "religioso [o del Opus]" Esto dicho por la propia policía. Aquí está la noticia y la carta.

Y con todo esto a las espaldas, va y dice el ministro, en la ya famosa visita a la "Santa Sede", una frase que, desde luego, ya es el colmo de los colmos de la teologización de la política, de la ilegítima y oscurantista incursión de la iglesia en los asuntos de estado:
"España será cristiana o no será". ¿Es que hay algo más perverso que usurpar una frase del Che Guevara que originalmente decía "La revolución será socialista, o no será", para convertirla en una sentencia de lo más conservadora y autoritaria?


martes, 2 de octubre de 2012

Un fragmento de 1984

Si hay alguna esperanza, escribió Winston, está en los proles.

Si había esperanza, tenía que estar en los proles porque sólo en aquellas masas abandonadas, que constituían el ochenta y cinco por cierto de la población de Oceanía, podría encontrarse la fuerza suficiente para destruir el Partido. Éste no podia descomponerse desde dentro. Sus enemigos, si los tenía en su interior, no podían de ningún modo unirse, ni siquiera identificarse mutuamente. La rebeldía no podía pasar de un destello en la mirada o determinada inflexión en la voz, a lo más, alguna palabra murmurada. Pero los proles, si pudieran darse cuenta de su propia fuerza, no necesitarían conspirar. Les bastaría con encabritarse como un caballo que se sacude las moscas. Si quisieran podrían destrozar el Partido mañana por la mañana. Desde luego, antes o después ocurrirá. Y, sin embargo...
[...]
Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes. Este es el problema.

Winston pensó que sus palabras parecían sacadas de uno de los libros de texto del Partido. El Partido pretendía, desde luego, haber liberado a los proles de la esclavitud. Antes de la Revolución, eran explotados y oprimidos ignominiosamente por los capitalistas. Pasaban hambre...Pero, simultáneamente, fiel a los principios del doblepensar, el Partido enseñaba que los proles eran inferiores por naturaleza y debían ser mantenidos bien sujetos, como animales, mediante la aplicación de una cuantas reglas muy sencillas. [...] El duro trabajo físico, el cuidado del hogar y de los hijos, las mezquinas peleas entre vecinos, el cine, el fútbol, la cerveza y, sobretodo, el juego, llenaban su horizonte mental. No era difícil mantenerlos a raya. Unos cuantos agentes de la Policía del Pensamiento circulaban entre ellos, esparciendo rumores falsos y eliminando a los pocos considerados capaces de convertirse en peligrosos; pero no se intentaba adoctrinarlos con la ideología del Partido. No era deseable que los proles tuvieran sentimientos políticos intensos. Todo lo que se les pedía era un patriotismo primitivo al que se recurría en caso de necesidad para que trabajaran horas extraordinarias o aceptaran raciones más pequeñas. E incluso cuando cundía entre ellos el descontento, como ocurría a veces, era un descontento que no servía para nada porque, por carecer de ideas generales, concentraban su instinto de rebeldía en quejas sobre minucias de la vida corriente. Los grandes males, ni los olían. La mayoría de los proles ni siquiera era vigilada con telepantallas.
[...]
Sacó del cajón un ejemplar del libro de historia infantil que le había prestado la señora Parsons y empezó a copiar un trozo en su diario:

En los antiguos tiempos [decía el libro de texto] antes de la gloriosa Revolución, no era Londres la hermosa ciudad que hoy conocemos. Era un lugar tenebroso, sucio y miserable donde casi nadie tenía nada de comer y donde centenares y millares de desgraciados no tenían zapatos que ponerse ni siquiera un techo bajo el cual dormir. Niños de la misma edad que vosotros debían trabajar doce horas al día a las órdenes de crueles amos que los castigaban con látigos si trabajaban con demasiada lentitud y solamente los alimentaban con pan duro y agua. Pero entre toda esta horrible miseria, había unas cuantas casas grandes y hermosas donde vivían los ricos, cada uno de los cuales tenía por lo menos a treinta criados a su disposición. Estos ricos se llamaban capitalistas. Eran individuos gordos y feos con caras de malvados como el que puede apreciarse en la ilustración de la página siguiente. Podéis ver, niños, que va vestido con una chaqueta negra larga a la que llaman "frac" y un sombrero muy raro y brillante que parece el tubo de una estufa, al que llamaban "sombrero de copa". Este era el uniforme de los capitalistas, y nadie más podía llevarlo; los capitalistas eran dueños de todo lo que había en el mundo y todos los que no eran capitalistas pasaban a ser sus esclavos. Poseían toda la tierra, todas las casas, todas las fábricas y el dinero todo. Si alguien les desobedecía, era encarcelado inmediatamente y podían dejarlo sin trabajo y hacerlo morir de hambre. Cuando una persona corriente hablaba con un capitalista tenía que descubrirse, inclinarse profundamente ante él y llamarle señor. El jefe supremo de todos los capitalistas era llamado el Rey y...

Winston se sabía toda la continuación. Se hablaba allí de los obispos y de sus vestimentas, de los jueces con sus trajes de armiño, de la horca, del gato de nueve colas, del banquete anual que daba el alcalde y de la costumbre de besar el anillo del Papa. [...]
¿Cómo saber qué era verdad y qué era mentira en aquello? Después de todo, podía ser verdad que la Humanidad estuviera mejor entonces que antes de la Revolución. La única prueba de lo contrario era la protesta muda de la carne y los huesos, la instintiva sensación de que las condiciones de vida eran intolerables y que en otro tiempo tenían que haber sido diferentes... La vida no se parecía, no sólo a las mentiras lanzadas por las telepantallas, sino ni siquiera a los ideales que el Partido trataba de lograr. [...]
La realidad era, en cambio: lúgubres ciudades donde la gente, apenas alimentada, arrastraba de un lado a otro sus pies calzados con agujereados zapatos y vivía en ruinosas casas del siglo XIX en las que predominaba el olor a verduras cocidas y retretes en malas condiciones.
Volvió a rascarse el tobillo. Día y noche las telepantallas le herían a uno el tímpano con las estadísticas según las cuales todos tenían más alimento, más trajes, mejores casas, entretenimientos más divertidos, todos vivían más tiempo, trabajaban menos horas, eran más sanos, fuertes, felices, inteligentes y educados que los que habían vivido hacía cincuenta años. Ni una palabra de todo aquello podía ser probada ni refutada....
Era como una ecuación con dos incógnitas. Bien podía ocurrir que todos los libros de historia fueran pura fantasía.
[...]

Se preguntó, como ya había hecho muchas veces, si no estaría él loco. Quizás un loco era sólo una "minoría de uno". Hubo una época en que fue señal de locura creer que la Tierra giraba en torno al Sol: ahora, era locura creer que el pasado es inalterable. Quizá fuera el único que sostenía esa creencia y, siendo el único, estaba loco. Pero la idea de ser un loco no le afectaba mucho. Lo que le horrorizaba era la posibilidad de estar equivocado.

Cogió el libro de texto infantil y miró el retrato del Gran Hermano que llenaba la portada. Los ojos hipnóticos se clavaron en los suyos. Era como si una inmensa fuerza empezara a aplastarle a uno, algo que iba penetrando en el cráneo, golpeaba el cerebro por dentro, le aterrorizaba a uno y llegaba casi a persuadirle de que era de noche cuando era de día. Al final, el Partido anunciaría que dos y dos son cinco y habría que creerlo. Era inevitable que llegara algún día al dos y dos son cinco. La lógica de su posición lo exigía. Su filosofía negaba no sólo la validez de la experiencia, sino que existiera la realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común. Y lo más terrible no era que le mataran a uno por pensar de otro modo, sino que pudieran tener razón. Porque, después de todo, ¿cómo sabemos que dos y dos efectivamente son cuatro? O que la fuerza de la gravedad existe. O que el pasado no puede ser alterado. ¿Y si el pasado y el mundo exterior sólo existen en nuestra mente y, siendo la mente controlable, también puede controlarse el pasado y lo que llamamos realidad?
[...]
El Partido os decía que negaseis la evidencia de vuestros ojos y oídos. Esta era su orden esencial. EL corazón de Winston se encogió al pensar el enorme poder que tenía enfrente, la facilidad con que cualquier intelectual del Partido lo vencería con su dialéctica, los sutiles argumentos que él nunca podría comprender y menos contestar. Y, sin embargo, era él, Winston, quien tenía razón. Los otros estaban equivocados y él no. Había que defender lo evidente. El mundo sólido existe y sus leyes no cambian. Las piedras son duras, el agua moja, los objetos faltos de apoyo caen en dirección al centro de la Tierra... Con la sensación de que hablaba con O'Brien, y también de que anotaba un importante axioma, escribió:

La libertad es poder decir que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados.


George Orwell, 1949

martes, 18 de septiembre de 2012

Análisis de la carta del rey

Hoy el rey ha mandado una carta. Yo, que nunca he leído una carta suya, la he buscado por internet. Cuando ya la tenía en pantalla, antes de empezar a leerla, una pregunta ha planeado por mi mente. ¿El rey realmente escribe estas cosas? Quiero decir; ¿se habrá abierto su procesador de textos y se habrá puesto a escribir pensando y corrigiendo cada frase? -qué más da, me he respondido sola, -en cualquier caso la firma, y todos sabemos lo que implica firmar algo. No me detuve a pensar en todas las cosas que firma el rey.

¡Cuantas preguntas han ido apareciendo según leía!

Dice que no es el único en pensar que debemos interiorizar dos cuestiones fundamentales:
La primera es un llamamiento a la unión, diciendo que "sólo superaremos las dificultades actuales actuando unidos, caminando juntos, aunando nuestras voces...". Bien. Está claro que ahora mismo la sociedad española está muy disgustada con las medidas que se están tomando. Y que en el Parlamento no hay una representación veraz del sentir de muchos españoles: hablo de profesores, funcionarios en general, estudiantes, parados, pensionistas, trabajadores de todos los gremios, ese famoso 99%. Como se ha puesto de moda decir ahora, la calle está caliente, y hay manifestaciones y protestas convocadas casi todos los días por los diferentes colectivos.
Entonces, el rey con eso de aunar voces ¿a qué se está refiriendo? ¿A callar el clamor popular? O a quitar los tapones de los oidos parlamentarios? ¿De qué parte está él? Ya sé que parece una pregunta estúpida, pero cobra sentido si uno se lee el final del párrafo : "Son [estos tiempos], los más adecuados para la acción conjunta de la sociedad, a todos los niveles, en defensa del modelo democrático y social que todos hemos elegido."  Con eso de que "todos hemos elegido" debe referirse a la Constitución, esa que se cambia sin problema para anteponer el objetivo de déficit a los problemas de los ciudadanos, esa que nos garantiza ciertos derechos que se vulneran sin reparo, esa que en su momento fue necesaria pero que al fin y al cabo es la que nos ha traído hasta aquí y en muchos casos ya no responde a las necesidades de la sociedad española. La transición ya pasó. El rey la refiere más adelante apelando al espíritu de diálogo, del "sacrificio del interés particular en aras del interés general y la renuncia a la verdad en exclusiva". Parecería claro que es un toque de atención al gobierno.

Lástima que entre una frase y otra también afirma que lo peor que podemos hacer es disentir, ni debatir "quienes amenazan nuestro modelo de convivencia", lo que entra en total contradicción con esa segunda cuestión fundamental, aquella que se refiere a los "valores de la Transición", citando además de los anteriormente señalados "el mérito, el diálogo, el imperativo ético..."  Entonces ¿cómo vamos a ponernos de acuerdo cuando vemos el mérito sustituido por el enchufismo y la incompetencia; el diálogo por el decretazo, y el imperativo ético por la asfixia económica de las clases medias y bajas manteniendo los privilegios de la clase política, la iglesia y los defraudadores fiscales? ¿A qué llama "no disentir"? ¿Es que pretende un supuesto acuerdo nacional en base a un pacto de silencio como entonces? ¿Apela a nuestra impasividad ante lo que está ocurriendo, y con lo que estamos en absoluto desacuerdo? ¿Debemos callar y obedecer? Es que acaso quiere que volvamos a ser súbditos? O quiere, como también dice en su carta, defender el modelo democrático y social? Porque son cosas incompatibles. Dice una cosa y después la contraria. Apela al diálogo pero no a la discrepancia.
¿Cuál es, entonces, el mensaje del rey?

Si me preguntan a mí, palabras vacías. Quizá algún tipo de treta mediática para salvaguardar la imagen del rey, y su presunta implicación en los asuntos del Estado. No me parece casual que apele a la Transición como un valor a recuperar, puesto que aquello fue lo que le dio legitimidad en su momento, legitimidad que cada vez está más en cuestión ante los acontecimientos recientes. Retórica de la mala, vaya. Palabras bonitas carentes de significado o de aplicación práctica.  Lo que de toda la vida se ha llamado Bla bla bla...

sábado, 8 de septiembre de 2012

De la "Justicia" y otros eufemismos

Últimamente, los que creíamos en una justicia universal, independiente e igual para todos no ganamos para disgustos. Es verdad que hace mucho tiempo que la pompa estalló, y se hizo patente que aquellos "valores" de la Justicia eran sólo un sueño. Pero ya no se trata de corruptos que evitan la cárcel, gente a la que no se condena o muchas veces ni siquiera se juzga por ser quienes son, por albergar cierto poder, o cierto apellido, o ciertas posibilidades, cosa que también ocurre ante los indignados ojos de los ciudadanos de a pie, a los que no se dudaría en juzgar y condenar por delitos similares. El rastro de la contaminación sigue río arriba, hasta la propia legislación.

Cuando ya estábamos estupefactos, digo, viendo en nuestras narices la inmunidad de una cantidad insultante de corruptos, vino la bofetada de la Ley de Amnistía Fiscal. Esa ley indigerible y que todavía tenemos atragantada, esa valiente demostración de que si tienes dinero puedes delinquir impunemente, mientras los que pagan religiosamente sus impuestos sobre unos ingresos bastante más modestos, ven cómo los evasores tienen unas condiciones privilegiadas. Y en forma de ley, para más inri. 

En un momento como en el que estamos, con un gobierno que no hace más que decir que nos recorta servicios básicos pero que es por nuestro bien, porque no podemos "gastar", porque no queda otra, porque están mirando dónde va cada euro, y con todo esto detrás, viene la última mamarrachada del ministro de educación. De nuevo, un político incapaz pero socarrón como él sólo, que está, nadie sabe porqué, al frente de un ministerio, y su manifiesto desprecio por una sentencia del Tribunal Supremo: esa que dice que las subvenciones a los colegios que segregan por sexos son ilegales, puesto que practican abiertamente una discriminación, y que hay que dejar que subvencionarlas con el dinero del Estado; y que responde, ¿qué dirán que responde? "Bueno pues cambiamos la ley para que no se considere discriminación lo que indiscutiblemente lo es [y así podemos seguir dándoles financiación]". Así de fácil. "Nada ni nadie me puede parar", parece pensar el ministro. Lo que hace más incomprensible aún que un tipo así haya acabado de ministro de educación.

En la misma línea de actuación se sitúa el famoso proyecto de Eurovegas. Proyecto que levanta, y con razón, muchas suspicacias. Yo, en particular, no tengo nada en contra del juego, no me produce ningún malestar. Lo que sí que me lo produce es esto de que haya que "cambiar algunas leyes" para que el magnate esté contento. Como si se tratara de algo sin importancia, anecdótico. Una de las leyes que pide cambiar Adelson es la polémica ley del tabaco, esa que tantos disgustos nos ha traído, esa por la que los hosteleros españoles se gastaron tanto dinero reformando sus locales primero para tener que tirar a la basura dicha inversión un par de años después, esa que ha costado tantas multas que pareciera que únicamente tenía un fin recaudatorio. Cosa que se confirma ahora: no se trata de la salud, se trata del dinero. Toda esa campaña que se hizo por el bien de los consumidores, de los fumadores pasivos, y sobretodo de los trabajadores de los locales de ocio, se confirma ahora que era sólo una treta. Sólo que todavía no había llegado el multimillonario que comprara la inmunidad y que pudiera reírse en la cara de todos los demás que sí tenemos que cumplir la ley.

Es obsceno. Ya era evidente que viviendo en un sistema capitalista las diferencias en la interacción con él están marcadas por el capital, pero es bochornoso y vergonzante que un Estado que se autoproclama "de Derecho" pueda ser sobornado y untado así, a la vista de todo el mundo y sin ni siquiera ruborizarse.
¿Para qué sirven entonces las leyes? , o mejor dicho ¿para quién?


La justicia puede que esté ciega, pero siempre se inclina para los que ponen el oro.




viernes, 17 de agosto de 2012

LA EDUCACIÓN TÓXICA


Cuando iba al colegio no era feliz. Recuerdo la cantidad de conflictos que me suponía acatar lar normas y la "educación" que trataban de "darme". No hablo de un colegio en particular. Por suerte, o por desgracia, he pasado por varios colegios, casi uno de cada condición. Y no es que yo fuera una estudiante problemática, estos cambios fueron por otras circunstancias.

A pesar de eso, con la ESO mis calificaciones empezaron a flojear, y supongo que el espíritu de rebeldía que todos los adolescentes llevan dentro comenzó a aflorar. Más que por los contenidos de las clases [aunque algunas eran ciertamente deficientes, bien por los contenidos, bien por los maestros, o bien por ambas], lo que me molestaba profundamente  eran aquellas ideas circundantes y relativas a la moral o la ética, que trataban de "enseñarnos" [léase imponernos] también. Esos códigos que había que obedecer sin preguntas, sin explicaciones, sin discusión posible, y cuya infracción iba en nuestro detrimento, bien restando puntos del "coeficiente de conducta", bien con castigos, llamadas a los padres, etc, amenazas al fin y al cabo.

Era sorprendente la facilidad con que se consideraba una "falta de respeto" lo que en realidad eran actos de discreción o expresión personal. Sobretodo en el colegio de monjas [en el que puedo afirmar sin lugar a dudas que me sentí inadaptada], en el que no creer en Dios o no querer participar de los actos religiosos se consideraba, como he dicho, una falta de respeto. Es decir, a nadie le importaba respetar la opinión o los principios del alumno por muy bien asentados y argumentados que estos estuvieran, si no eran cosa de sus padres. No se contemplaba la posibilidad de que un adolescente pudiese defender o al menos discutir unas ideas propias, más o menos elaboradas y coherentes, lo que debería ser, de hecho, una poderosa herramienta para la realización personal en esos años tan difíciles. En ese sentido, se faltaba de forma sistemática a la libertad de opinión y expresión de los alumnos, que muchas veces lo único que podíamos hacer era callar y asentir, y dejar que los adultos decidieran por nosotros, asuntos en los que teníamos mucho que decir, y cuya discusión hubiese sido definitivamente muy enriquecedora para nuestra formación, o si se quiere, "educación". En muchas ocasiones me sentí privada de mi libertad para expresarme, a esa edad que es lo que casi más se necesita, o bien ignorada o incluso penalizada por ello.

Como digo, no era feliz en el colegio, a pesar de que varias asignaturas sí eran de mi gusto o interés, e incluso "se me daban bien"; a diferencia de otras que no me gustaban, no entendía ni veía su finalidad en mi vida después del colegio y sólo conseguían frustrarme. Con los años, fui dándome cuenta de la cantidad de cosas, absolutamente indispensables para la vida en la sociedad de hoy en día que no me enseñaron en el colegio, y que me hubieran sido mucho más útiles que aquellas disciplinas tan obsoletas como obligatorias.

Es cierto que teníamos un tutor por cada clase, que más que preocuparse por este tipo de inquietudes de los alumnos, se preocupaba de que no nos metiéramos "en problemas", es decir, que no infringiéramos el código de conducta, dentro del cual estaban tipificadas como infracciones ciertas formas de vestir, o exhibir ciertos "símbolos o eslóganes". El absurdo llegaba hasta tal punto que recuerdo como muy habitual alumnos echados de clase con quince o dieciséis años por llevar un piercing a la vista. Lo importante era que obedeciéramos ciegamente y memorizáramos todos aquellos contenidos para pasar el curso [y olvidarlos inmediatamente]. Ese era el objetivo a cumplir. Más que educación, se trataba de instrucción.
 Nosotros nos sentíamos enjaulados, ir al colegio era un suplicio que esperábamos terminase lo antes posible. Por eso en cuanto podíamos nos escapábamos.

Y lo peor de todo, es que hasta hace relativamente poco tiempo, pensaba que esto era "lo normal". Hasta hace poco, y sólo por propia iniciativa, que descubrí que existe un tipo de educación diferente, y que pasa completamente inadvertida, lo que alimenta [aún más si cabe] mis sospechas sobre lo que llaman "el sistema educativo" [oficial]. Una pequeña ventana a esa otra educación, posible, probable, que existe y es más cercana de lo que pensamos, es este documental que, desde la máquina de pensar, queremos recomendar:

LA EDUCACIÓN PROHIBIDA


Otros enlaces de interés:
http://www.youtube.com/watch?v=K-NDa5Rc9_c&feature=related
http://mariaacaso.es/
Sobre la pedagogía tóxica [en términos de María Acaso] http://www.transversalia.net/index.php?option=com_content&task=blogsection&id=10&Itemid=109

miércoles, 11 de julio de 2012

Las dos opciones [Pesadilla después de Navidad]

Sé que últimamente hablo demasiado de política, pero qué queréis, es el tema de conversación que más surge, esté donde esté, hable con quien hable. Supongo que es porque cuando te están jodiendo tiendes a hablar de ello ¿no? que no te pagan, que no te puedes ir de vacaciones, que no te puedes pagar el transporte..., además por supuesto, de los grandes escándalos de los que es inevitable hacer mención, como el de la señora de Cospedal que pide a los familiares de los enfermos que sean ellos los que les lleven agua. Pero hoy quería hablar de algo en concreto y como siempre me estoy liando.

Que no cunda el pánico; o sí, que cunda; porque si vamos al fondo del asunto sólo hay dos opciones que pensar. Y lo peor es que yo creo que son las dos, a la vez:

O bien tenemos un gobierno que por mucha mayoría absoluta que sacase [que todo habría que mirarlo, ya se sabe que con la ley electoral se falsean sistemáticamente los resultados] no le queda ya, y mira que han pasado sólo siete u ocho meses, ni una pizca de legitimidad, puesto que ganó las elecciones con un programa electoral falso, con todas y cada una de sus promesas electorales rotas, engañando a todo el electorado, incluyendo al suyo propio, con lo que hemos sufrido un fraude electoral, comparable a cualquier pufo de esos que pensamos que sólo ocurren en las repúblicas bananeras, con lo cual, el gobierno no debería sólo dar explicaciones sino dimitir en bloque ante la imposibilidad o la inoperancia para llevar a cabo lo que prometieron y lo que les llevó a la presidencia. Y como eso no va a pasar, debería de haber un organismo que protección democrática que velase porque los partidos políticos no estafasen de esta forma a la ciudadanía. Es un escándalo democráticamente hablando lo que ha ocurrido en este país con las últimas elecciones. Un fraude que debería ser perseguido y castigado con todas las de la ley [en caso de que la ley estuviese para proteger la higiene democrática]...

O bien, y como también creen algunos, tenemos un gobierno títere cuyos hilos están manejados por la Unión Europea, que está haciendo de nosotros lo que quiere. Si es así, esto es mucho más grave de lo que se piensa, puesto que estamos perdiendo nuestra soberanía nacional en pos de un poder hegemónico, y no democrático. Es decir, estamos siendo literalmente ocupados. Quizá no es una ocupación al uso de las que tenemos registradas en lo que queda de memoria histórica nacional. Quizá no están aquí los franceses; pero es que el mundo ha cambiado y la forma de ocupar y controlar los países ha cambiado. Entonces, si hemos perdido la soberanía nacional y sólo acatamos órdenes de fuera, de otros mandatarios que supuestamente tienen más poder y nos dicen que asfixiemos a la población sin importar la situación que se vive en el país... ¿Entonces qué coño se supone que hemos votado?  Va a ser verdad que la democracia es una ilusión que nos presentan, de la cual se llenan la boca y a la cual han vaciado de significado.

¿Ocupación de nuestro país o fraude electoral? Como digo yo creo que son ambas, y creo que estamos asistiendo por una y por otra a la muerte de la soberanía nacional y del poder democrático de la población y del respeto de los gobernantes por él.

jueves, 28 de junio de 2012

no es una crisis ni un rescate ni tampoco democracia... es una ESTAFA

Lo sé, lo sé, el Gran Wyoming levanta muchas suspicacias... y mira que me cuido de poner este tipo de videos por aquí, pero este realmente merece la pena los 26 minutos de dura. Al que le caiga mal Wyoming, que se olvide de quién es y piense en sus palabras como si fueran las de un anónimo, cualquiera de nosotros, y a los que le caiga bien, pues que lo disfruten, en la medida en que puedan, porque la verdad es cruda y desagradable.

El enlace os llevará al video:
wyoming en Alcalá


jueves, 21 de junio de 2012

...Y la pipa empezó a humear

Hace poco descubrí una pintada en la puerta de un baño que me hizo reflexionar. Parece una broma, a la vista de lo que la gente suele escribir ahí, pero esta me pareció verdaderamente una genialidad. No tengo ni idea de con qué intención la escribiría quien fuera que la escribiese, si como un pequeño chiste surreal, [o ni siquiera eso], o consciente de toda la reflexión que podría desencadenar. En la puerta ponía:

"ESTO NO ES UNA PINTADA EN UNA PUERTA". 

Inmediatamente, cómo no, me vino a la mente Magritte y su "Esto no es una pipa".

Magritte pintaba la pipa con su estilo más veraz y llamaba la atención del espectador sobre lo que está viendo, sobre lo que ES [un dibujo, un icono de la idea "pipa"; una representación], y sobre lo que NO ES [es decir, el objeto real, material] Era una forma sutil de recordar que las representaciones en general y el arte en particular no pertenecen a la esfera de la realidad más tangible, sino que son sólo eso, imágenes.

Sin embargo, en el baño, estaba escrito directamente sobre la puerta, con lo que en realidad sí es una pintada en una puerta. Tenemos el objeto real e interactuamos directamente con él. Alguien dijo que la diferencia entre la "modernidad" y la "posmodernidad" es que en la modernidad [entiéndase contemporaneidad], es decir, aproximadamente hasta los años 60-70, lo que se cuestiona, especialmente en el arte, son las representaciones de la realidad. Ahí están las vanguardias para probarlo. Sin embargo en la posmodernidad lo que se cuestiona es la propia realidad, y los significados tanto del objeto real como de su representación. Es decir, se traslada el debate de las representaciones a la propia realidad. Ahí esta la vorágine de las performance y los happenings; cosas, objetos, actos que suceden en la realidad, en cualquier parte y no sólo en los museos, situaciones que no son planificadas por el espectador y que no tienen porqué ser en el reducido espacio reservado para el arte y a los que vamos predispuestos a ello. Situaciones que además no pueden reproducirse, o por lo menos, nunca de la misma manera.
 Ahí vino mi problema. Quise, para hablar de esto, hacer una foto a la pintada y subirla; pero en seguida me di cuenta de que no podía hacerlo, porque supondría pervertir totalmente el significado, y entonces, realmente, ya no sería una pintada en una puerta.
Habría dejado de serlo para ser una foto subida en un blog. Por lo que esa pintada, como otras muchas obras de arte posmoderno, necesita del contacto directo del espectador con la obra, o la puerta en este caso. Entonces, y sólo entonces tiene sentido. O deja de tenerlo, para volver a ser una broma.

Como digo no sé si quien lo pintó tenía conciencia de todo esto, pero teniéndola o no, lo cierto es que ha cogido una obra paradigmática del surrealismo y ha sido capaz de trasladarla a la más cruda realidad, redimensionándola. Todo esto en ocho palabras pintadas en la puerta de un baño. La posmodernidad, amigos.

miércoles, 2 de mayo de 2012

He hecho dos descubrimientos recientemente


Descubrimiento #1: Si no siento, no tengo remordimientos.
Perturbador, y fascinante.
Lo cual no sé hasta qué punto es definitivo, porque muchas veces que sí siento tampoco tengo remordimientos. Y con remordimientos no me refiero al arrepentimiento, sino a la inevitable sensación de no haber hecho algo bien, o no todo lo bien que se podría, a esa neurótica repetición de los hechos una y otra vez en el pensamiento, ese mea culpa que se entona en lo más íntimo y secreto del ser. Pienso que, en este sentido, los remordimientos son el más fiable termómetro de nuestras acciones. El más fiable por ser el más personal y unívoco. Y cuando no están, todo está bien, nada importa. Nada.

No estoy acostumbrada a esa contradictoria sensación de insensibilidad, la experimento ahora por primera vez.  Ahora que por fin no siento, me siento más libre, privada de cargas y; como decía, el descubrimiento me resulta fascinante, pero como enunciado, perturba mis más arraigadas raices de la conciencia. Tendré que seguir pensando en ello; hasta que de una forma u otra, deje de parecerme escalofriante.


Descubrimiento #2: Hay gente que habla por no pensar. Y empiezo a pensar que esto es sólo el principio de una realidad mucho más honda y terrible. Hay gente que no quiere o puede estar a solas con sus pensamientos. Sino que necesitan hablar y hablar, una y otra vez de las mismas cosas, sin escuchar nunca a su interlocutor; sin importar siquiera quién sea quien preste sus oídos. Sólo necesitan o quieren hablar y escucharse a sí mismos decir cosas en alto. Cosas que no meditan. Que están ahí y de vez en cuando salen de sus bocas, pero no pasan verdaderamente por su conciencia.

Es muy cansado hablar con estas personas, porque normalmente lo único que quieren es lamentarse y autocompadecerse, y nunca buscar una solución real al objeto de sus lamentos. Sólo hablar, y que alguien les escuche pacientemente durante horas.

A veces he llegado a pensar que quien habla realmente en estas situaciones es el propio ego y no la conciencia. Por que la conciencia sí atiende a razones y busca solucionar sus propios conflictos, pero el ego no.
El ego sólo se alimenta de sí mismo y no lleva a nada más, sólo a hacerse más y más grande. Y repetirse, una y otra vez.

domingo, 29 de abril de 2012

El déficit no es la crisis

Lo han vuelto a hacer. Yo lo sabía, y lo dije, pero eso, naturalmente, es lo de menos. Nos han convencido, o eso creen, que nuestro mayor enemigo actual es el déficit, y no el paro, o la erosión de nuestros derechos, o la degradación de la sanidad o la educación públicas, o el derecho a una vida digna de todos, también de los parados, los pensionistas o los inmigrantes. Pero no es eso lo que se introdujo en la Constitución. No se introdujo la defensa de los servicios públicos básicos o el mantenimiento de los precios y los impuestos en un nivel asequible para asegurar el acceso de todos los ciudadanos a unos servicios mínimos, digamos, de calidad. Lo que se introdujo en la Constitución, en nombre del famoso déficit, fue un cheque en blanco para el gobierno de turno para poder desmantelar el Estado del Bienestar y saquear los servicios básicos de la población, haciéndonos creer que es la única solución porque estamos arruinados. Nos han estafado, a la vista de todos. Y lo peor no es que nuestra clase política está dirigida por sinvergüenzas sin-escrúpulos; sino la gente que sigue tragando, que sigue creyendo en sus mentiras y que realmente piensa que lo hacen por nuestro bien.

La crisis es una estafa. No me cansaré de decirlo. Y es una estafa que provee de la coyuntura ideal para que las empresas privadas se llenen los bolsillos a costa de las inversiones públicas, lo que al final revierte en que somos los ciudadanos de a pie los que tendremos que pagar más, seguir pagando más y cada vez más por algo que ya habíamos pagado con los impuestos. ¿A dónde van la bestialidad de tasas que estamos pagando si ya nada es sostenible? ¿A dónde va todo ese dinero que tenemos que pagar ahora en transporte si no se va a mejorar la infraestructura o a incrementar el servicio? ¿A dónde van las tasas universitarias si la universidad pública está cada vez más decadente, cada vez hay menos clases y actividades, las becas son ya casi inexistentes y los estudiantes estamos comiendo en el suelo? Todas estas subidas de impuestos no van a revertir, como deberían, en la población. Ni siquiera en la población activa. No es por nuestro bien.
No estamos pagando más para mantener los servicios, que no se van a mantener. No estamos pagando más para asegurar el acceso a la seguridad social de todos, porque no lo están asegurando. No estamos pagando más para que los desahuciados puedan disponer de algún tipo de alquiler de renta baja ni para crear empleo ni confianza ni para salvar al país.

Estamos pagando más [y lo vamos a seguir haciendo] porque el Gobierno se comprometió a una determinada cifra de déficit, a sabiendas de que era contraproducente sobretodo en tiempos de crisis, y lo introdujo nada menos que en la Constitución. Y que nadie confunda déficit con servicios sociales, o con la garantía de que las necesidades ciudadanas quedan cubiertas, porque eso ya estaba en la Constitución desde su nacimiento, pero debe ser un apartado de esos que nunca se leen porque no se hacen reformas en nombre de esas garantías, pero sí del déficit, y de forma salvaje.

sábado, 14 de abril de 2012

Sobre la empatía

Dicen que los hombres, en general, son menos empáticos que las mujeres. Y que por eso son más agresivos, más capaces de infligir daño físico a otras personas, y que por eso los maltratadores, torturadores y asesinos suelen ser hombres, porque carecen de esa tendencia natural a ponerse en el lugar de la otra persona.
Los mismos que dicen esto dicen de las mujeres que somos mucho más empáticas, que somos menos capaces de dañar a otras personas sino más bien de apiadarnos y ponernos en su lugar, y que por esa empatía tenemos una tendencia más acusada a emocionarnos, por ejemplo, al final de una película triste.

Es algo que rondaba por mi cabeza.

El caso es que, sea esto cierto o no, y sin perder el rechazo que siento por este tipo de generalidades, empiezo a pensar que hay algo de razón. Y por supuesto no lo afirmaré de una manera universal, sino sólo en casos particulares y [probáblemente] aislados. Pero mi experiencia reciente me hace pensar así, y estoy en condiciones de afirmar hoy, [y quizá mañana] que efectivamente los hombres con los que me he cruzado últimamente no brillan por su empatía. Por eso te vomitan cualquier cosa que pase por su cabeza sin pensar en lo que significan sus palabras, sin imaginar ni por un momento que la situación fuera al revés y alguien les estuviera diciendo algo así a ellos o tratándoles de aquella manera. A veces pienso que ni siquiera le dan un par de vueltas a lo que piensan antes de decirlo o a lo que hacen antes de hacerlo, y que al final eres tú la que piensa más en sus palabras o en sus actos que ellos mismos. Me encantaría ver la cara de muchos si alguien les dijera lo mismito que ellos han dicho o tratara de la misma forma que ellos han tratado.

Y al final, claro, la culpa siempre es nuestra por habernos enfadado o reaccionado mal, sin importar a qué hemos reaccionado. Si todo el mundo [hombres y mujeres] fueran más empáticos y consecuentes todo sería mucho más fácil. Lo que falta es reflexión, repostar nuestras máquinas de pensar, y no encerrarse en uno mismo sino entrar en conexión con las otras. Escuchar, verdaderamente. Escuchar y pensar en lo escuchado.
Y ponerse en el lugar del otro para comprender y poder seguir adelante.

viernes, 6 de enero de 2012

Alan Moore... y la magia.

[COMENTARIO PARA LA CONSECUCIÓN DE CRÉDITOS POR EL CONGRESO DE ALAN MOORE]

Tengo que reconocer, antes que nada, que he vivido ajena al mundo del cómic hasta prácticamente el día que decidí apuntarme al congreso. Soy una de esas personas que no tenían ni idea de dónde se estaban metiendo, y posiblemente esa fuera la razón principal que me llevó a apuntarme. Soy estudiante de Historia del Arte, y a lo largo de la carrera he estudiado literatura, por un lado, y artes visuales por otro, quedando el cómic en una especie de limbo. Nunca me había parado a pensar en las amplias posibilidades que ofrece el género, al estar ligado, como está [o como yo pensaba que está], a las historias de superhéores. Sea como fuere, mi ignorancia en el campo me hizo ciertamente difícil seguir algunas de las conferencias, incluyendo intervenciones de los asistentes y mesas redondas.

Al hacer una pequeña inmersión en el universo de Moore, sin embargo, no hace falta ser un experto en el tema para deducir la genialidad del escritor. Si bien es cierto que muchos, o la mayoría de sus personajes son referencias culturales ya existentes, él no sólo es capaz de repensarlos y ubicarlos en coyunturas diametralmente distintas, sino que también relaciona varios de estos personajes-mito entre sí y con un entorno fantástico y diseñado milimétricamente. Esto fue lo primero que me impresionó de su obra, y lo que me llevó a catalogarlo de genio; por que casi cada detalle de sus creaciones es una crítica explícita al nuestro mundo real. Pero, finalmente, todo cobró sentido cuando ví el documental que se proyectó el segundo día de conferencias: The Mindscape of Alan Moore.

Al igual que el cómic, la magia era otro mundo que nunca había despertado mi interés. Quizá por que nunca había pensado en la magia en los términos en los que Moore habla de ella, como “el arte” en su forma más primitiva, y dando una definición que desde entonces recuerdo palabra por palabra: “Art is, like magic, the science of manipulating symbols, words or images to achieve changes in consciousness”. En ese momento fue cuando entendí que aquello de autoproclamarse mago no era simplemente una excentricidad de alguien a quien repentinamente le llega la fama y no sabe cómo lidiar con ella. Eso, manipular símbolos, palabras o imágenes para conseguir cambios en la conciencia ¡es exactamente lo que él hace! Y así, otros muchos. Proseguía diciendo que, trágicamente, ese poder mágico hoy en día ha degenerado en entretenimiento barato y manipulación, y que en la actualidad, quienes están utilizando esta magia para formar o determinar nuestra cultura son los publicistas.

Aquí, entonces, se abren dos debates. Es cierto que muchos tipos de arte han sido devaluados por ser considerados “simple entretenimiento de masas”, por poner un ejemplo, las series de televisión; y esa misma devaluación, al considerarlas puro entretenimiento, es la que probáblemente les abre las casas [y las mentes] de millones personas, creando y estableciendo arquetipos de conducta social.

El otro debate, naturalmente sería ¿quiénes son los legítimos “magos” en nuestra sociedad? ¿Qué mensajes están permitidos y cuáles no? ¿Qué mensajes son peligrosos, y para quién?

Para contestar estas preguntas me gustaría hacer referencia a una de las conferencias del primer día, la de Daniel Ferreras: Superman debe morir. Él nos habló, entre otras cosas, de cómo se culpabilizó a los cómic a partir de la década de los 40 aproximadamente, de la mala conducta de algunos jóvenes, tal y como años más tarde se hizo con los videojuegos. Pero entonces aquella objetualización de la maldad en el cómic llegó mucho más lejos. Nadie pareció reparar en toda la violencia que en esos años se vivía no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. Era mucho más fácil culpar a un género menor, poco conocido y promocionado que no entraba por lo general en la cultura maniquea que promueve la pura oposición entre bien y mal, sin más conflicto ni contradicción, y por supuesto sujeta al final feliz. [Lo que, por supuesto, es otra forma de manipulación incluso más voraz y depredadora].

Así, se creó una campaña de desacreditación y criminalización del género, [quema de cómics incluida], hasta que se creó la conocida como Comics Code Authority en la década de los 50, que consistía en un estricto órgano de censura en toda regla. Visto desde nuestra mentalidad actual, y probáblemente desde la de entonces, llegaban a lo absurdo, prohibiendo casi todo lo que no fuera la promoción el famoso american dream, incluyendo cláusulas como la prohibición de cualquier forma de desnudez, así como las historias de seres tales como zombies o vampiros, o la obligatoriedad de que siempre el bien prevaleciera sobre el mal así como la captura y consecuente castigo para los criminales, que en ningún caso podían ser representados con atisbos de simpatía o más aún, de empatía para con el lector.

Aunque afortunadamente este código de censura fue cada vez menos valorado y muchas editoriales ya vulneraban sus premisas a partir de los 60 con el florecimiento del género underground, se ha mantenido, por increíble que parezca, vigente hasta el año pasado.

Y así se concluye, de una parte, la absurda hipocresía de las instituciones oficiales, y de otra, el poder que se le atribuye a ciertas representaciones, lo que nos trae de nuevo al tema de la magia. Muchas obras de arte a lo largo de la historia han sido consideradas malditas o peligrosas para la conciencia humana. Estamos hablando de un debate que se extiende en la historia de la cultura occidental desde la filosofía de la Grecia clásica. Ya Platón consideraba el arte una mentira que había que erradicar, por ser una mentira creíble, parecida a la realidad. Aristóteles, sin embargo consideraba el poder de catarsis derivado del arte, especialmente de la tragedia. Digo esto por que estas dos opiniones se han venido repitiendo una y otra vez hasta el día de hoy, y son aplicables tanto a la criminalización que ha sufrido el cómic, como también el videojuego, si se me permite el paralelismo. Y ambas están relacionadas con el concepto de magia que nos explica Moore.

Él concluye que “mientras él cree que arte y magia son conceptos en cierta manera intercambiables, parece natural que el arte es el medio por el cual yo expreso ideas mágicas”. Esta sentencia fulminante me hizo, instantáneamente, replantearme todo lo que sé sobre el arte, y sobre toda la Historia del Arte. Repasé mentalmente algunas obras paradigmas de la historia, las primeras que me vinieran a la mente, en busca de estas 'ideas mágicas'; ¡y las encontré! No sólo en la pintura, sino también en la música, en la arquitecura, y muy especialmente en la literatura. Qué decir del cine y las demás.

Si se habla de pensamiento mágico en estos términos, y a nada que se indague un poco en el asunto, se evidencia que es un fenómeno inherente al ser humano. Sería toda esa parte oculta, eso que se llama “lo irracional”. La imaginación, las emociones o lo que se ha dado en llamar 'instintos', y sobretodo las pasiones humanas, el pathos, se han atribuido a ese área de nuestra mente, que es la que está en íntima relación con el pensamiento mágico. Al estar, por oposición, enfrentado al 'pensamiento lógico', no sólo ha sido mal considerado, sino negado por nuestra otra parte, “la racional”; que es la que nos repite una y otra vez “la magia no existe”. Quizá la magia no existe como nos la venden, «nada por aquí... nada por allá...» pero sí existe esa magia de la que habla Moore, la manipulación de símbolos, palabras o imágenes para conseguir cambios en la conciencia... incluso yo diría para conseguir «alterar los estados de conciencia», si se me permite la licencia. No hace falta más que ver cómo una música puede alterar a una masa, o a una sola persona, y hacerle entrar en una suerte de trance; o cómo ciertas imágenes pueden excitar a una población entera, y no sólo de forma sexual.

Alan Moore es muy consciente de esto, y así lo refleja en su obra. Además de la fuerza de las imágenes, que a pesar de no ser hechas por él, son el dónde, el cómo etc y parte del mensaje; sus historias tienen varios niveles de lectura, y se plantean multitud de cuestiones que trascienden el plano de la ficción, no sólo porque sus figuras suelen ser ya parte del imaginario cultural sino por las situaciones que plantea con ellas. Se pueden crear reflexiones perfectamente lógicas, se puede crear conocimiento, a partir de 'las ideas mágicas' expresadas a través del arte, en todas sus vertientes. Decir lo contrario sería infravalorar las capacidades de la mente humana.