viernes, 6 de enero de 2012

Alan Moore... y la magia.

[COMENTARIO PARA LA CONSECUCIÓN DE CRÉDITOS POR EL CONGRESO DE ALAN MOORE]

Tengo que reconocer, antes que nada, que he vivido ajena al mundo del cómic hasta prácticamente el día que decidí apuntarme al congreso. Soy una de esas personas que no tenían ni idea de dónde se estaban metiendo, y posiblemente esa fuera la razón principal que me llevó a apuntarme. Soy estudiante de Historia del Arte, y a lo largo de la carrera he estudiado literatura, por un lado, y artes visuales por otro, quedando el cómic en una especie de limbo. Nunca me había parado a pensar en las amplias posibilidades que ofrece el género, al estar ligado, como está [o como yo pensaba que está], a las historias de superhéores. Sea como fuere, mi ignorancia en el campo me hizo ciertamente difícil seguir algunas de las conferencias, incluyendo intervenciones de los asistentes y mesas redondas.

Al hacer una pequeña inmersión en el universo de Moore, sin embargo, no hace falta ser un experto en el tema para deducir la genialidad del escritor. Si bien es cierto que muchos, o la mayoría de sus personajes son referencias culturales ya existentes, él no sólo es capaz de repensarlos y ubicarlos en coyunturas diametralmente distintas, sino que también relaciona varios de estos personajes-mito entre sí y con un entorno fantástico y diseñado milimétricamente. Esto fue lo primero que me impresionó de su obra, y lo que me llevó a catalogarlo de genio; por que casi cada detalle de sus creaciones es una crítica explícita al nuestro mundo real. Pero, finalmente, todo cobró sentido cuando ví el documental que se proyectó el segundo día de conferencias: The Mindscape of Alan Moore.

Al igual que el cómic, la magia era otro mundo que nunca había despertado mi interés. Quizá por que nunca había pensado en la magia en los términos en los que Moore habla de ella, como “el arte” en su forma más primitiva, y dando una definición que desde entonces recuerdo palabra por palabra: “Art is, like magic, the science of manipulating symbols, words or images to achieve changes in consciousness”. En ese momento fue cuando entendí que aquello de autoproclamarse mago no era simplemente una excentricidad de alguien a quien repentinamente le llega la fama y no sabe cómo lidiar con ella. Eso, manipular símbolos, palabras o imágenes para conseguir cambios en la conciencia ¡es exactamente lo que él hace! Y así, otros muchos. Proseguía diciendo que, trágicamente, ese poder mágico hoy en día ha degenerado en entretenimiento barato y manipulación, y que en la actualidad, quienes están utilizando esta magia para formar o determinar nuestra cultura son los publicistas.

Aquí, entonces, se abren dos debates. Es cierto que muchos tipos de arte han sido devaluados por ser considerados “simple entretenimiento de masas”, por poner un ejemplo, las series de televisión; y esa misma devaluación, al considerarlas puro entretenimiento, es la que probáblemente les abre las casas [y las mentes] de millones personas, creando y estableciendo arquetipos de conducta social.

El otro debate, naturalmente sería ¿quiénes son los legítimos “magos” en nuestra sociedad? ¿Qué mensajes están permitidos y cuáles no? ¿Qué mensajes son peligrosos, y para quién?

Para contestar estas preguntas me gustaría hacer referencia a una de las conferencias del primer día, la de Daniel Ferreras: Superman debe morir. Él nos habló, entre otras cosas, de cómo se culpabilizó a los cómic a partir de la década de los 40 aproximadamente, de la mala conducta de algunos jóvenes, tal y como años más tarde se hizo con los videojuegos. Pero entonces aquella objetualización de la maldad en el cómic llegó mucho más lejos. Nadie pareció reparar en toda la violencia que en esos años se vivía no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. Era mucho más fácil culpar a un género menor, poco conocido y promocionado que no entraba por lo general en la cultura maniquea que promueve la pura oposición entre bien y mal, sin más conflicto ni contradicción, y por supuesto sujeta al final feliz. [Lo que, por supuesto, es otra forma de manipulación incluso más voraz y depredadora].

Así, se creó una campaña de desacreditación y criminalización del género, [quema de cómics incluida], hasta que se creó la conocida como Comics Code Authority en la década de los 50, que consistía en un estricto órgano de censura en toda regla. Visto desde nuestra mentalidad actual, y probáblemente desde la de entonces, llegaban a lo absurdo, prohibiendo casi todo lo que no fuera la promoción el famoso american dream, incluyendo cláusulas como la prohibición de cualquier forma de desnudez, así como las historias de seres tales como zombies o vampiros, o la obligatoriedad de que siempre el bien prevaleciera sobre el mal así como la captura y consecuente castigo para los criminales, que en ningún caso podían ser representados con atisbos de simpatía o más aún, de empatía para con el lector.

Aunque afortunadamente este código de censura fue cada vez menos valorado y muchas editoriales ya vulneraban sus premisas a partir de los 60 con el florecimiento del género underground, se ha mantenido, por increíble que parezca, vigente hasta el año pasado.

Y así se concluye, de una parte, la absurda hipocresía de las instituciones oficiales, y de otra, el poder que se le atribuye a ciertas representaciones, lo que nos trae de nuevo al tema de la magia. Muchas obras de arte a lo largo de la historia han sido consideradas malditas o peligrosas para la conciencia humana. Estamos hablando de un debate que se extiende en la historia de la cultura occidental desde la filosofía de la Grecia clásica. Ya Platón consideraba el arte una mentira que había que erradicar, por ser una mentira creíble, parecida a la realidad. Aristóteles, sin embargo consideraba el poder de catarsis derivado del arte, especialmente de la tragedia. Digo esto por que estas dos opiniones se han venido repitiendo una y otra vez hasta el día de hoy, y son aplicables tanto a la criminalización que ha sufrido el cómic, como también el videojuego, si se me permite el paralelismo. Y ambas están relacionadas con el concepto de magia que nos explica Moore.

Él concluye que “mientras él cree que arte y magia son conceptos en cierta manera intercambiables, parece natural que el arte es el medio por el cual yo expreso ideas mágicas”. Esta sentencia fulminante me hizo, instantáneamente, replantearme todo lo que sé sobre el arte, y sobre toda la Historia del Arte. Repasé mentalmente algunas obras paradigmas de la historia, las primeras que me vinieran a la mente, en busca de estas 'ideas mágicas'; ¡y las encontré! No sólo en la pintura, sino también en la música, en la arquitecura, y muy especialmente en la literatura. Qué decir del cine y las demás.

Si se habla de pensamiento mágico en estos términos, y a nada que se indague un poco en el asunto, se evidencia que es un fenómeno inherente al ser humano. Sería toda esa parte oculta, eso que se llama “lo irracional”. La imaginación, las emociones o lo que se ha dado en llamar 'instintos', y sobretodo las pasiones humanas, el pathos, se han atribuido a ese área de nuestra mente, que es la que está en íntima relación con el pensamiento mágico. Al estar, por oposición, enfrentado al 'pensamiento lógico', no sólo ha sido mal considerado, sino negado por nuestra otra parte, “la racional”; que es la que nos repite una y otra vez “la magia no existe”. Quizá la magia no existe como nos la venden, «nada por aquí... nada por allá...» pero sí existe esa magia de la que habla Moore, la manipulación de símbolos, palabras o imágenes para conseguir cambios en la conciencia... incluso yo diría para conseguir «alterar los estados de conciencia», si se me permite la licencia. No hace falta más que ver cómo una música puede alterar a una masa, o a una sola persona, y hacerle entrar en una suerte de trance; o cómo ciertas imágenes pueden excitar a una población entera, y no sólo de forma sexual.

Alan Moore es muy consciente de esto, y así lo refleja en su obra. Además de la fuerza de las imágenes, que a pesar de no ser hechas por él, son el dónde, el cómo etc y parte del mensaje; sus historias tienen varios niveles de lectura, y se plantean multitud de cuestiones que trascienden el plano de la ficción, no sólo porque sus figuras suelen ser ya parte del imaginario cultural sino por las situaciones que plantea con ellas. Se pueden crear reflexiones perfectamente lógicas, se puede crear conocimiento, a partir de 'las ideas mágicas' expresadas a través del arte, en todas sus vertientes. Decir lo contrario sería infravalorar las capacidades de la mente humana.