domingo, 29 de abril de 2012

El déficit no es la crisis

Lo han vuelto a hacer. Yo lo sabía, y lo dije, pero eso, naturalmente, es lo de menos. Nos han convencido, o eso creen, que nuestro mayor enemigo actual es el déficit, y no el paro, o la erosión de nuestros derechos, o la degradación de la sanidad o la educación públicas, o el derecho a una vida digna de todos, también de los parados, los pensionistas o los inmigrantes. Pero no es eso lo que se introdujo en la Constitución. No se introdujo la defensa de los servicios públicos básicos o el mantenimiento de los precios y los impuestos en un nivel asequible para asegurar el acceso de todos los ciudadanos a unos servicios mínimos, digamos, de calidad. Lo que se introdujo en la Constitución, en nombre del famoso déficit, fue un cheque en blanco para el gobierno de turno para poder desmantelar el Estado del Bienestar y saquear los servicios básicos de la población, haciéndonos creer que es la única solución porque estamos arruinados. Nos han estafado, a la vista de todos. Y lo peor no es que nuestra clase política está dirigida por sinvergüenzas sin-escrúpulos; sino la gente que sigue tragando, que sigue creyendo en sus mentiras y que realmente piensa que lo hacen por nuestro bien.

La crisis es una estafa. No me cansaré de decirlo. Y es una estafa que provee de la coyuntura ideal para que las empresas privadas se llenen los bolsillos a costa de las inversiones públicas, lo que al final revierte en que somos los ciudadanos de a pie los que tendremos que pagar más, seguir pagando más y cada vez más por algo que ya habíamos pagado con los impuestos. ¿A dónde van la bestialidad de tasas que estamos pagando si ya nada es sostenible? ¿A dónde va todo ese dinero que tenemos que pagar ahora en transporte si no se va a mejorar la infraestructura o a incrementar el servicio? ¿A dónde van las tasas universitarias si la universidad pública está cada vez más decadente, cada vez hay menos clases y actividades, las becas son ya casi inexistentes y los estudiantes estamos comiendo en el suelo? Todas estas subidas de impuestos no van a revertir, como deberían, en la población. Ni siquiera en la población activa. No es por nuestro bien.
No estamos pagando más para mantener los servicios, que no se van a mantener. No estamos pagando más para asegurar el acceso a la seguridad social de todos, porque no lo están asegurando. No estamos pagando más para que los desahuciados puedan disponer de algún tipo de alquiler de renta baja ni para crear empleo ni confianza ni para salvar al país.

Estamos pagando más [y lo vamos a seguir haciendo] porque el Gobierno se comprometió a una determinada cifra de déficit, a sabiendas de que era contraproducente sobretodo en tiempos de crisis, y lo introdujo nada menos que en la Constitución. Y que nadie confunda déficit con servicios sociales, o con la garantía de que las necesidades ciudadanas quedan cubiertas, porque eso ya estaba en la Constitución desde su nacimiento, pero debe ser un apartado de esos que nunca se leen porque no se hacen reformas en nombre de esas garantías, pero sí del déficit, y de forma salvaje.

sábado, 14 de abril de 2012

Sobre la empatía

Dicen que los hombres, en general, son menos empáticos que las mujeres. Y que por eso son más agresivos, más capaces de infligir daño físico a otras personas, y que por eso los maltratadores, torturadores y asesinos suelen ser hombres, porque carecen de esa tendencia natural a ponerse en el lugar de la otra persona.
Los mismos que dicen esto dicen de las mujeres que somos mucho más empáticas, que somos menos capaces de dañar a otras personas sino más bien de apiadarnos y ponernos en su lugar, y que por esa empatía tenemos una tendencia más acusada a emocionarnos, por ejemplo, al final de una película triste.

Es algo que rondaba por mi cabeza.

El caso es que, sea esto cierto o no, y sin perder el rechazo que siento por este tipo de generalidades, empiezo a pensar que hay algo de razón. Y por supuesto no lo afirmaré de una manera universal, sino sólo en casos particulares y [probáblemente] aislados. Pero mi experiencia reciente me hace pensar así, y estoy en condiciones de afirmar hoy, [y quizá mañana] que efectivamente los hombres con los que me he cruzado últimamente no brillan por su empatía. Por eso te vomitan cualquier cosa que pase por su cabeza sin pensar en lo que significan sus palabras, sin imaginar ni por un momento que la situación fuera al revés y alguien les estuviera diciendo algo así a ellos o tratándoles de aquella manera. A veces pienso que ni siquiera le dan un par de vueltas a lo que piensan antes de decirlo o a lo que hacen antes de hacerlo, y que al final eres tú la que piensa más en sus palabras o en sus actos que ellos mismos. Me encantaría ver la cara de muchos si alguien les dijera lo mismito que ellos han dicho o tratara de la misma forma que ellos han tratado.

Y al final, claro, la culpa siempre es nuestra por habernos enfadado o reaccionado mal, sin importar a qué hemos reaccionado. Si todo el mundo [hombres y mujeres] fueran más empáticos y consecuentes todo sería mucho más fácil. Lo que falta es reflexión, repostar nuestras máquinas de pensar, y no encerrarse en uno mismo sino entrar en conexión con las otras. Escuchar, verdaderamente. Escuchar y pensar en lo escuchado.
Y ponerse en el lugar del otro para comprender y poder seguir adelante.