sábado, 8 de septiembre de 2012

De la "Justicia" y otros eufemismos

Últimamente, los que creíamos en una justicia universal, independiente e igual para todos no ganamos para disgustos. Es verdad que hace mucho tiempo que la pompa estalló, y se hizo patente que aquellos "valores" de la Justicia eran sólo un sueño. Pero ya no se trata de corruptos que evitan la cárcel, gente a la que no se condena o muchas veces ni siquiera se juzga por ser quienes son, por albergar cierto poder, o cierto apellido, o ciertas posibilidades, cosa que también ocurre ante los indignados ojos de los ciudadanos de a pie, a los que no se dudaría en juzgar y condenar por delitos similares. El rastro de la contaminación sigue río arriba, hasta la propia legislación.

Cuando ya estábamos estupefactos, digo, viendo en nuestras narices la inmunidad de una cantidad insultante de corruptos, vino la bofetada de la Ley de Amnistía Fiscal. Esa ley indigerible y que todavía tenemos atragantada, esa valiente demostración de que si tienes dinero puedes delinquir impunemente, mientras los que pagan religiosamente sus impuestos sobre unos ingresos bastante más modestos, ven cómo los evasores tienen unas condiciones privilegiadas. Y en forma de ley, para más inri. 

En un momento como en el que estamos, con un gobierno que no hace más que decir que nos recorta servicios básicos pero que es por nuestro bien, porque no podemos "gastar", porque no queda otra, porque están mirando dónde va cada euro, y con todo esto detrás, viene la última mamarrachada del ministro de educación. De nuevo, un político incapaz pero socarrón como él sólo, que está, nadie sabe porqué, al frente de un ministerio, y su manifiesto desprecio por una sentencia del Tribunal Supremo: esa que dice que las subvenciones a los colegios que segregan por sexos son ilegales, puesto que practican abiertamente una discriminación, y que hay que dejar que subvencionarlas con el dinero del Estado; y que responde, ¿qué dirán que responde? "Bueno pues cambiamos la ley para que no se considere discriminación lo que indiscutiblemente lo es [y así podemos seguir dándoles financiación]". Así de fácil. "Nada ni nadie me puede parar", parece pensar el ministro. Lo que hace más incomprensible aún que un tipo así haya acabado de ministro de educación.

En la misma línea de actuación se sitúa el famoso proyecto de Eurovegas. Proyecto que levanta, y con razón, muchas suspicacias. Yo, en particular, no tengo nada en contra del juego, no me produce ningún malestar. Lo que sí que me lo produce es esto de que haya que "cambiar algunas leyes" para que el magnate esté contento. Como si se tratara de algo sin importancia, anecdótico. Una de las leyes que pide cambiar Adelson es la polémica ley del tabaco, esa que tantos disgustos nos ha traído, esa por la que los hosteleros españoles se gastaron tanto dinero reformando sus locales primero para tener que tirar a la basura dicha inversión un par de años después, esa que ha costado tantas multas que pareciera que únicamente tenía un fin recaudatorio. Cosa que se confirma ahora: no se trata de la salud, se trata del dinero. Toda esa campaña que se hizo por el bien de los consumidores, de los fumadores pasivos, y sobretodo de los trabajadores de los locales de ocio, se confirma ahora que era sólo una treta. Sólo que todavía no había llegado el multimillonario que comprara la inmunidad y que pudiera reírse en la cara de todos los demás que sí tenemos que cumplir la ley.

Es obsceno. Ya era evidente que viviendo en un sistema capitalista las diferencias en la interacción con él están marcadas por el capital, pero es bochornoso y vergonzante que un Estado que se autoproclama "de Derecho" pueda ser sobornado y untado así, a la vista de todo el mundo y sin ni siquiera ruborizarse.
¿Para qué sirven entonces las leyes? , o mejor dicho ¿para quién?


La justicia puede que esté ciega, pero siempre se inclina para los que ponen el oro.




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