jueves, 23 de septiembre de 2010

El virus más socialmente mortal de nuestra era

Vale, sí, llevo mucho tiempo sin publicar nada. No es sólo que haya estado ocupada entre los exámenes de junio y septiembre, que lo he estado, sino que tampoco tenía un tema relevante sobre el que escribir. Puede ser porque tampoco he estado leyendo durante este tiempo, y sé positivamente que, como todos, yo funciono por imitación, y no tengo una iniciativa puramente autónoma, sino que sólo me dan ganas de escribir cuando leo lo que otros han escrito.

Puede ser también que este impulso se apaga conforme me va invadiendo ese virus que se extiende en nuestra sociedad y que es más peligroso que ningún otro: la desidia. Cuando las cosas dejan de interesarte, cuando dejas de ver el telediario o leer los periódicos, parece que todas aquellas noticias no van contigo, que tu mundo no tiene nada que ver con aquello que cuentan en la prensa, pero, como dice una pintada gigante en la pared de mi facultad, los dirigentes hacen lo que el pueblo les consiente, y una de las formas más tristes de consentir que algo pase es no involucrarse, no posicionarse, no interesarse y finalmente pasar de todo. Tener a la juventud completamente fuera de juego es una estrategia de puta madre para campar a sus anchas por nuestras vidas, y nosotros ni siquiera necesitamos que nadie nos manipule, sino que voluntariamente parece que nos desvinculamos de todo lo que pasa a nivel regional y local, y mucho más a nivel nacional, pero ese mundo que tan poco nos importa es el que nosotros tendremos que sacar adelante antes o después, y lo que vamos a legar a la generación de nuestros hijos.

Sí que abundan las descalificaciones a todo lo que nos rodea, pero sólo eso, ninguna intención de hacer nada al respecto. Ése es el virus del que hablo, la desidia, que se ha hecho con nosotros y nuestros entornos, e incluso se ha convertido en una cualidad que muchos se muestran orgullosos de atribuirse.